jueves, 7 de julio de 2011

ACERCA DE LA DATACIÓN DE LAS NOVELAS EJEMPLARES

ACERCA DE LA DATACIÓN DE LAS NOVELAS EJEMPLARES DE
CERVANTES Y SU RELACIÓN CON EL QUIJOTE DE AVELLANEDA

Antonio Sánchez Portero
Centro de Estudios Bilbilitanos de la Institución “Fernando el Católico”
del CESIC, Zaragoza


RESUMEN: Todas las cuestiones relacionadas con Cervantes y con sus obras son importantes, y aunque sólo fuese por este motivo, lo es la relativa a la cronología, en este caso, de las Novelas ejemplares. Alguna de ellas –según Montero Reguera– “se redactó durante los años vallisoletanos, o todas, según la sugerente hipótesis de Francisco Rico, que las hace contemporáneas de la primera parte del Quijote.” Mi discrepancia de esta opinión, motiva este artículo, para concretar o puntualizar algunos aspectos; pero sin ánimo de enmendar la plana a este preclaro y eminente maestro.

ABSTRACT: All matters related to Cervantes and his works are important, and if only for this reason it is on the chronology, in this case, the Exemplary Novels. Some of them -By Montero Reguera, "was written during the years Valladolid, or all, according to the suggestive hypothesis Francisco Rico, which makes contemporary of the first part of Don Quixote." I disagree on this view, motivates this article to specify or point out some aspects, but without courage to amend the map to this illustrious and eminent master.

RÉSUMÉ: Toutes les questions liées à Cervantes et ses œuvres sont important, et rien que pour cette raison, il est sur le chronologie, dans ce cas, les romans exemplaires. Certains d'entre eux -Par Montero Reguera, "a été écrit pendant les années Valladolid, ou toutes, conformément à la suggestive hypothèse Francisco Rico dont rend contemporaine de la première partie de Don Quichotte. "Je suis en désaccord sur ce point de vue, qui motive cet article de préciser ou de rappeler certains aspects, mais de modifier la non-plat de cet illustre et éminent des enseignants.

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En el curso de mi investigación sobre los Quijotes de Cervantes y de Avellaneda, al verificar unas comprobaciones sobre las Novelas ejemplares, siguiendo una sugerencia del profesor José Montero Reguera, quien me facilitó su artículo “Aquí se imprimen libros” y el del don Francisco Rico “Sobre la cronología de las novelas de Cervantes”, como no comparto alguno de los puntos expuestos en este artículo por el eminente investigador, voy a exponer mi opinión, comentando el último párrafo de su artículo. Dice el señor Rico:

La fórmula, cuyas dos variantes hemos rastreado es un elemento microscópico y de mínima categoría. [Lo que, a mi entender, se contradice con lo que sigue:] De ahí, a la vez, la fiabilidad que merece como indicio cronológico y la duda que puede suscitar: ¿basta un rasgo de tal índole para ordenar entre sí y fechar aproximadamente [¿cuánta aproximación?] las novelas del mayor escritor español? Por mi parte, no sé ver argumentos en contra; y opino que cualquier intento de explicar los rumbos y las vicisitudes de la narrativa cervantina tendrá que echar cuentas de los porcentajes “A lo cual” y “A lo que”.

Pues un servidor sí tiene argumentos en contra, y voy a exponerlos transcribiendo ahora el comienzo del artículo del señor Rico:

Entre la multitud de afirmaciones precarias, peregrinas a todas luces destinadas del Arte de la lengua española castellana, es especialmente digna de memoria y execración la que pretende reconocer una diferencia entre lo que y lo cual:

“Lo cual rrefiere xunta y colectivamente muchas cosas dichas en larga rrelación i discurso…, sin excluir nada de lo pasado. Lo que rrefiere con espezialidad i limitadamente lo que sighe después del… […] Después que a dicho Don Quixote muchas cosas à su escudero, será buen Castellano por ventura decir lo que respondió Sancho? No lo será por zierto, ni bien dicho, sino à lo cual respondió Sancho: porque en el sentido de aquel autor rrefiere todo lo dicho, i no parte; i en puro i buen Castellano à lo que refiere parte con diferente sentido, i es menester declararla tras el entresacado desta manera: à lo que rrespondió Sancho tuvolo por dudoso, à lo que no respondió creió ser ansi. I no hablando desta manera no es Castellano, i será afetazion i vizio, ò frase traida de otras provincias…”

El último párrafo es de Arte de la lengua española castellana, datado en 1625. Entre las afirmaciones precarias o peregrinas pueden encontrarse las referentes “a lo cual” y “a lo que”; pero en aquella época parece ser que el uso “equivocado” de estos términos estaba en vigor, usándose uno u otro para expresar o matizar distintos conceptos. Es lo que a mi entender se colige de la controversia que mantienen don Quijote y Sancho en el párrafo anterior, del que parece desprenderse que dichas expresiones se pueden usar para decir cosas distintas. Y, en buena lógica, el empleo de una fórmula u otra no puede estar regido matemáticamente, sino que queda al albur de una situación anímica o mental del escritor que a su vez puede estar condicionada por un cúmulo de diversas circunstancias.
Expuesta esta premisa, voy a comentar algunos párrafos del artículo del señor Rico:

La Galatea no acaba de integrarse en nuestro esquema dejándose medir por la misma vara que el Quijote y el Persiles. Pues si la fórmula dista de ser tan asidua como en éstos es porque en la pastoral los coloquios son a todas luces menos abundantes, menos ágiles, y se prestan a mayores vuelos retóricos.

Estas palabras, en cierto modo, dan validez a lo expresado en la premisa.

…, porque tal vez –continúa Rico– no todas las Novelas fueron escritas en el mismo periodo: del mismo modo que Rinconete y Cortadillo, mencionado en el Ingenioso hidalgo, ha de ser sustancialmente anterior a 1605, puede haber otras novelas en el mismo caso, mientras varias suele darse por sentado que son posteriores (5).

Eso de “darse por sentado” no puede convencer a nadie y la nota (5) no satisface la curiosidad de saber de qué novelas se trata. Respecto a Rinconete y Cortadillo no puede ser “sustancialmente anterior” sólo por que la cita en el Primer Quijote. Cierto que la cita, pero esto no quiere decir que estuviera redactada y completa como la conocemos, porque no puede descartarse absolutamente que fuese un boceto, un borrador (y usarlo como lo hace) y posteriormente retocarla y concluirla. Pero parece que este no es el caso, pues hay que tener en cuenta que se incluye esta novela en la Miscelánea compilada por Francisco Porras de la Cámara, que remite a los tiempos de Cervantes anterior al Quijote (como me apunta acertadamente Montero Reguera). Esta versión de Rinconete suele incluirse en las ediciones actuales, por ejemplo en la de Avalle-Arce en Castalia, o mejor aún en la de García López en Crítica.
Lo que puede darse por seguro es que todas las novelas no se escribieron en el mismo momento. Primero una, luego otra, más tarde la siguiente… Una duraría un tiempo; otra, otro tiempo; y la siguiente, uno nuevo. Como no se sabe qué tiempo le duró escribir cada una, ni el tiempo que transcurrió entre la redacción de una u otra, nos encontramos con un periodo que a priori es imposible determinar. ¿Dos años, cinco, siete, más…?
Sin embargo, algo más sencillo como precisar la fecha de publicación del primer Quijote en el que se encuadra la hipotética datación de las Novelas, no se hace aquí. ¿Por qué? Por lo visto, la fecha de 1605 pesa como una losa y es inamovible. Pero para los cervantistas bien informados –entre los que precisamente se encuentra el señor Rico, quien además ha defendido esta fecha–, no hay ninguna duda. Oliver Asín en “El Quijote de 1604” dice que estaba publicado en este año, si no antes; y si tenemos en cuenta un plazo prudencial entre la culminación de la obra y el proceso de su publicación, podría haber estado listo entre 1602 o 1603 el primer Quijote. A este respecto, Herrero Miguel (“Vida y obra de Cervantes”), manifiesta:

El 24 de enero de 1603 [Cervantes] recibe una orden y marcha a Valladolid para asistir a la depuración definitiva y favorable de las irregularidades que motivaron su proceso. Al trasladarse a la precitada ciudad trae consigo –Ernest Merimée, Fitzmaurice Kelly…– el manuscrito de la primera parte del Quijote. Esta obra, que nadie sabe cuándo, ni dónde se escribió –todo lo dicho acerca del particular ha sido cimentado en conjeturas y leyendas–, imprímese en Madrid (1604) y es lanzada al mundo literario en 1605.

Por otra parte, hace más de cincuenta años, Astrana Marín (“Índice de vida ejemplar…”) dató las Novelas ejemplares con cierta precisión, y cuando no está seguro, lo indica con un signo de interrogación. No he leído los argumentos que aduce este destacado cervantista; pero no dudo de que su contrastada profesionalidad y buen hacer, por lo que, en términos generales, estimo que puede darse por bueno su Índice, del que transcribo las referencias a las Novelas ejemplares siguiendo el orden en que aparecen en el mismo:
El amante liberal, 1578–1579 (¿); Las dos doncellas y La señora Cornelia, 1596; Rinconete y Cortadillo, otoño de 1598; El celoso extremeño; 1598–1599 (¿); La fuerza de la sangre, finales de 1600; El casamiento engañoso y el Coloquio de los perros, marzo–abril de 1605. No cita Astrana Marín La española inglesa. El licenciado vidriera, fines de otoño de 1605; La ilustre fregona, principio de 1606; y La gitanilla, 1606–1607 (¿).
Contemplando esta relación, cabe preguntarse ¿qué necesidad había de precisar sin ninguna precisión, y sin la adecuada referencia, la datación de las Novelas? Máxime cuando, aunque la datación de Rico no se oponga sustancialmente a la de Astrana, la de éste es más lógica y completa. Aunque para José Montero Reguera, quien debe de ser de los pocos que se ha leído los siete tomos del Índice y, por tanto, sabe de qué habla, “Astrana acumula datos muy valiosos, pero deja mucho que desear en sus métodos de análisis y valoraciones.” No obstante, confío en la “contrastada profesionalidad del señor Astrana”, que admito para que mi apreciación sobre las fechas que propone no vaya muy desencaminada. Y aunque nada tengo que objetar de las fórmulas “a lo que” y “a lo cual”, si acaso porque es un arma que se vuelve contra la hipótesis sustentada por el señor Rico cuando expone:

Grosso y no tan grosso modo, parece discreto pensar, pues, que la mayor parte del primer Quijote [¿no todo?] y de las Novelas ejemplares son sustancialmente contemporáneas, y que la minoría restante [¿qué minoría?] y ciertos segmentos del Ingenioso Hidalgo se escribieron en fechas posteriores. ¿Tememos estar hilando demasiado delgado y preferimos una solución que se haga cargo cabal de La Galatea? Entonces podemos concluir que la totalidad del primer Quijote y la totalidad de las Novelas ejemplares pertenecen a un mismo estadio en la producción de Cervantes. [¡Muy buena esta reflexión, para que cuadren las cuentas, y con el “grueso” que sigue, se cura en salud!] Lo que de ninguna manera cabe admitir es que el grueso de las Novelas ejemplares se sitúe entre el primero y el segundo Quijote: una regresión desde A lo que hasta A lo cual e inmediatamente otra en sentido opuesto serían del todo ininteligibles.

Esta cantilena me suena de habérsela oído a Astrana Marín, dicha con mayor rotundidad y precisión. Pero, además, si el señor Rico se hubiese tomado la molestia de aplicar los porcentajes de sus “A lo que” y “A lo cual” a las Novelas individualmente, se hubiese encontrado con que en El casamiento engañoso y el Coloquio de los perros contienen 1 “A lo cual” frente a 4 “A lo que”, lo que según su hipótesis acercaría su fecha de creación al segundo Quijote y al Persiles, lo que no creo a tenor de lo sabido que sea factible.
Quizás intuyó que no le salían las cuentas, porque el señor Rico, intenta un reajuste, según un nuevo esquema que plantea. Añade:

…cabe pensar que cuando menos esas nuevas piezas fueron compuestas antes del Quijote de 1605,… [Anteriormente, admite que “Cuándo y cómo fue redactándose la primera parte del Quijote es asunto peliagudo.” Sin embargo –continúa:] El trasfondo del Hospital de Resurrección, la Puerta del Campo o El Espolón y la inaceptable suposición de que hasta instalarse en el arrimo de la Corte Cervantes no había vuelto a Pincia desde la niñez [,] arrastran a poner mecánicamente entre 1603 y 1606 el díptico formado por El casamiento engañoso y el Coloquio de los perros.

Sobre la datación de los libros, a falta de datos fehacientes, concretos y contrastados por su autor respecto a su creación, y viviendo éste, me aventuro a exponer que debe prevalecer la fecha de su publicación. Porque podría darse el caso de que una novela, por ejemplo, redactada en principio en 1600, sea retocada, ampliada y modificada sustancialmente antes de publicarse en 1610. ¿Cuál es la fecha válida de creación? Indudablemente, por los muchos matices que caben y diversidad y variedad de circunstancias, a priori, debe inclinarse la balanza por la de 1610.
Puedo ilustrar esta creencia con un ejemplo muy próximo a mí. En 1961 me publicaron la novela corta Los solteros, una radiografía de una ciudad–pueblo en aquella época todavía del botijo, el burro y la locomotora de vapor. Antes y después de esta fecha, me ejercitaba escribiendo muchos cuentos, intentando captar la realidad que me rodeaba. Pasaron los años. Un investigador, Javier Barreiro, estaba realizando un estudio sobre la colección “Alcorce” en la que apareció la novela, y pude satisfacer su petición de enviarle una. Me comentó que “le había sorprendido mi novela, que no sospechaba tuviese tan buena factura literaria, al ser obra primeriza; pero me recalcó, que lo más valioso de ella es que recoge facetas, aspectos, costumbres, lugares, de una ciudad tipo como puede ser Calatayud, que han desaparecido, que son ya historia y llevan camino de perderse en el olvido.”
Esta opinión me impulsó a poner encima de la mesa, cuarenta años después, todo el rimero de cuentos que guardaba, algunos mecanografiados y otros manuscritos; a seleccionar algunos y a publicarlos bajo el título de Cuentos nostálgicos desde Calatayud (2003). En el Prólogo –podía haberlo callado– digo: “Debo aclarar que, conservando todos íntegramente su argumento, los he sometido a una revisión estilística [lo que equivale a decir que si tenía algún tic lo he suprimido o modificado] y los he completado y ampliado con el propósito de mejor recoger –y así conservar– una visión de los aspectos urbanos de Calatayud de mediados del siglo XX, así como costumbres y sucesos curiosos y formas de vida de esta ciudad, de Zaragoza y de alguna otra. Algún relato pasó de tener cuatro páginas a once. En estas circunstancias se ve a las claras que no puede funcionar la aplicación de varemos lingüísticos comparativos. Que no sirve de nada esta técnica, por otro lado sumamente aleatoria. ¿Sometió Cervantes sus novelas a retoques y pulimentos de este cariz?, y si es así ¿en qué medida?
Puede darse también el caso de que un autor redacta una novela y fallece. Esta novela se queda en un cajón de momento y, más tarde, por diversas circunstancias y conveniencias, circula en manuscrito. Posteriormente, alguien se decide a publicarla y puede que agregue algunos datos para despistar y actualizarla, y hasta que modifique o añada el prólogo. Muy bien puede ser esta la peripecia del Quijote apócrifo.
Me he interesado especialmente por la datación del Coloquio porque mantengo la hipótesis de que en esta novela Cervantes manifiesta en clave conocer la existencia del apócrifo y el nombre de su autor, hipótesis que desarrollo en varios artículos cuyos títulos figuran al final. Si se hubiese publicado antes de la impresión del primer Quijote, esta posibilidad sería imposible. Teniendo en cuenta que el apócrifo pudo estar redactado antes de 1607, fecha en que falleció Liñán, quien creo es su autor, es importante para saber cuando se compuso el Coloquio, pero no definitivo. De momento, el señor Rico admite que pudo ser en 1606. Si fuese poco más tarde, cabe que Cervantes hubiese recogido ya sus indicios entonces; pero no lo creo así por la naturaleza de los pistas incorporadas, que parece se refieren al círculo de Lope de Vega después de que pusieran en circulación el manuscrito del apócrifo. No obstante, Cervantes tuvo sobrado tiempo para añadir a su novela cuanto le interesase desde su redacción hasta que se publicó en 1613 con el resto de las Ejemplares.
Hay otro asunto peliagudo que me gustaría abordar para concluir:
En este complejo mundo de los dos Quijotes, algo no termina de cuadrar; y algunos de los especialistas más destacados y significativos siguen sin afrontar y, por consiguiente, sin asumir ni dar réplica al reto que plantean los nuevos descubrimientos que se vienen realizando sobre la correlación e interdependencia entre el Quijote de Cervantes y el Quijote de Avellaneda. Por ejemplo, para algunos investigadores, entre los que se encuentran Montero Reguera y Martín Jiménez, es enorme la influencia de Avellaneda en la Segunda Parte del Quijote de Cervantes. También para Carlos Romero Muñoz, quien desde 1992 ha publicado en torno a una docena de trabajos muy sólidos sobre esta cuestión. Y acentúa este silencio, este vacío, que se mantiene sobre este capítulo trascendental, el que está relacionado directamente con una de las obras más sobresalientes y con el enigma, quizá más intrincado, de la literatura universal.
No se trata de quitar ningún mérito a Cervantes. Al contrario. Es un genio, un maestro, un innovador, un modelo. Pero ya va siendo hora de que se tengan en cuenta algunos aspectos muy importantes que han influido decisivamente en que su inmortal obra sea así y no hubiese podido ser de otra manera. Y aquí entra de lleno “el fingido y tordesillesco autor aragonés” –según lo define el propio don Miguel–, quien de un repugnante falsificador, un pésimo o mediocre escritor que revuelve el estómago con sus obscenidades y escatologías (Menéndez Pelayo), una persona indeseable, digna de general reprobación, como lo han conceptuado muchos críticos; posteriormente, otros lo han ido reconvirtiendo hasta considerarlo un estupendo escritor, autor de una importante obra, cuyo mayor mérito sea el haber influido en la de Cervantes; y, fundamentalmente, lo más destacado, ya que si no hubiese aparecido en escena Avellaneda con su “apócrifo”, casi con absoluta seguridad (algo admitido hoy sin reservas), no podríamos disfrutar de esa Segunda parte de la incomparable obra del Príncipe de los Ingenios, muy superior a la Primera.
Por tanto, el axioma inamovible de que el Quijote, era una obra original, de una integridad absoluta, sin ninguna ingerencia o limitación ajena a la capacidad fabuladora y a la independencia imaginativa de Cervantes, hemos visto que no es así, que esa labor creativa está supeditada a Avellaneda y condicionada por su apócrifo.
No se debe mirar a otro lado cuando se trata del “espinoso” asunto de que Cervantes imitó a Avellaneda, como lo hizo. Entonces, la imitación era un práctica, si no habitual, sí bastante frecuente, y hay muchos ejemplos. Debe entenderse, por tanto, que hablamos de una imitación creativa, alejada totalmente del mero plagio. Esta imitación “positiva” fue aceptada y bien vista. Pero con el advenimiento del Romanticismo fue cambiando lenta y paulatinamente este concepto, pasando a estimarse como un valor fundamental en las creaciones literarias la originalidad y la independencia y rechazándose factores ajenos a la imaginación y a la personalidad del autor. Hablando en plata, que la copia o imitación pasaron a ser elementos perjudiciales para la valoración de una obra. Esta circunstancia hubiese influido negativamente en la evaluación del Quijote de Cervantes. Pero, como acertadamente señala Alfonso Martín Jiménez (Cervantes y Pasamonte…), y estoy completamente de acuerdo con él:

… Por lo que toca a la literatura española, Cervantes fue elegido y, especialmente su Quijote, obra que pasó a valorarse como la máxima expresión española de la genialidad literaria. Y como el entendimiento romántico de la genialidad resultaba incompatible con el concepto clásico de la imitación, los historiadores de la literatura hubieron de ignorar las indicaciones sobre la imitación cervantina realizada por los editores de la obra de Avellaneda en la primera mitad del siglo XVIII, por lo que la segunda parte del Quijote de Cervantes ha venido entendiéndose como una creación autónoma desde los orígenes de la Historia de la Literatura.

Pero como esto, evidentemente, no es así, se da la espalda a la realidad y se mantiene un inmovilismo tácitamente aceptado por la cúpula. Así, por ejemplo, sin ir más lejos, en una ocasión harto significativa, como lo es la edición de Don Quijote de la Mancha por la Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, con motivo del IV Centenario, no se ha tenido en cuenta esta circunstancia tan trascendente. Y observamos que en este libro, magnífico de verdad –edición y notas de Francisco Rico– en el que se incluyen muy interesantes artículos de nueve de los más prestigiosos escritores actuales, algunos destacados cervantistas, entre todos ellos, sólo citan a Avellaneda Margit Frenk, refiriéndose a la escena cuando oyó decir don Quijote:

Por vida de vuestra merced, señor don Jerónimo, que en tanto que traen la cena leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.
[Se refiere, claro, al libro de Avellaneda. Don Quijote muy inquieto,]
oyó que el tal don Jerónimo referido respondió:
—¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates, si el que hubiere leído la primera parte de la historia de Don Quijote de la Mancha no es posible que pueda traer gusto esta segunda?
—Con todo esto –dijo don Juan–, será bien leerla…

Y también Martín de Riquer cita a Avellaneda de la siguiente manera:

De la [redacción] de la segunda parte tenemos cuando menos la seguridad de que muchos de sus capítulos fueron escritos después de la aparición del Quijote de Avellaneda en 1614. [Y refiriéndose a que]: En el Quijote hallan cabida y conviven personajes de las más diversas procedencias, –añade–: Pero en este último aspecto Cervantes llega aún más lejos: de su peor enemigo, el Avellaneda del falso Quijote, toma el personaje de don Álvaro Tarfe y lo hace intervenir en la acción de la novela.

Y con estas citas circunstanciales, que no entran en el fondo de la cuestión, se acaba la historia. Escaso, nulo bagaje en verdad. Sería conveniente dejarse de tiquismiquis y de prejuicios y afrontar la cuestión a fondo, reivindicando a Avellaneda y reconociendo el mérito y el gran peso específico que tiene en este negocio. Estimo que el concepto que se tiene del Quijote, como obra literaria, considerando las excepcionales circunstancias que han concurrido en su elaboración, debería adecuarse a la realidad, sin menoscabar, sin que disminuya un ápice, por supuesto, la categoría fuera de serie y maestría de Cervantes.
Hasta ahora se contempla un Quijote sublime, cuya primera y segunda parte –con un intervalo de diez años– fueron compuestas por Cervantes; y allá lejos, medio escondido, otro Quijote apócrifo, espúreo, falso, y hasta hace bien poco incordiador, repulsivo y carente de mérito. Esto no es justo ni cierto, porque sin la obra de Avellaneda, no estaría completa ni mejorada la de Cervantes, ni podría entenderse en toda su magnitud.
En puridad, visto lo visto, debería hablarse de un Quijote indivisible e inseparable, único y genial, que consta de tres partes: dos compuestas por Cervantes, y una intermedia por Avellaneda; todas ellas interrelacionadas y conexas, donde alcanza, sin duda, mayor brillantez la prosa de Cervantes, pero no desmerece la de su “rival” y, acaso, aunque enemigo, admirador.
Sería conveniente que se abriesen nuevas perspectivas para analizar, criticar y reconsiderar la inmortal obra de Cervantes; lo que a buen seguro impulsaría a que se replanteasen los miles y miles de opiniones, comentarios y estudios que se han realizado a lo largo de al menos tres siglos, basados en que la segunda parte cervantina era autónoma y original, lo que se ha descubierto y comprobado que no es así. Estamos hablando de una obra cumbre de la literatura universal, y merece la pena el máximo esfuerzo en este sentido aclarador y reivindicativo.

Calatayud, 29 de marzo de 2010.













BIBLIOGRAFÍA

RICO, Francisco. (2005): “Sobre la cronología de las novelas de Cervantes”. Madrid. Casa de Velázquez, Mélanges Jean Canavaggio.
MONTERO REGUERA, José. (2005) “Aquí se imprimen libros”, Quijote II, 62: Impresiones, editores y lectores en torno al Quijote. Congrés: Cervantes, el Quixot i Barcelona, Abril.
ASTRANA MARÍN, Luis. (1951–1958): Índice de vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra con cronología de la vida de Cervantes. Madrid. Anales Cervantinos, 7 volúmenes.
MARTÍN JIMÉNEZ, Alfonso. (2005): Cervantes y Pasamonte. La réplica cervantina al Quijote de Avellaneda. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva. Epílogo.
OLIVER ASÍN, Jaime. (1948): “El Quijote de 1604”. Madrid. Boletín de la Real Academia Española. Tomo XXXVIII. Cuaderno CXXIII. Enero-Abril de 1948. Páginas 89-126.
HERRERO MIGUEL, Antonio, (¿1930?): El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Barcelona, Ramón Sopena, Editor. “Vida y obra de Cervantes”, preliminar.

SÁNCHEZ PORTERO, Antonio:
“Tres afirmaciones capitales que deberían promover la reconsideración de algunos análisis y opiniones sobre el Quijote”.
*Cervantes conocía el Quijote de Avellaneda antes de comenzar a escribir la segunda parte del suyo. *Cervantes sabía quien era Avellaneda. *Y, así como Avellaneda imitó y se inspiró en Cervantes, éste se inspiró e imitó a Avellaneda.
(2007). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=25581

“El autor del Quijote de Avellaneda es Pedro Liñán de Riaza, poeta de Calatayud”. (2006). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
<http://www.cervantes virtual.com/FichaObra.html?Ref=23433>

“Lope de Vega y Fray Luis de Aliaga: Personajes clave en la publicación del Quijote de avellaneda y en la elección del seudónimo que encubre a Pedro Liñán de Riaza” (2007). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=26353

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