lunes, 5 de diciembre de 2011

CERVANTES Y LIÑÁN DE RIAZA, EL AUTOR DEL OTRO QUIJOTE ATRIBUIDO A AVELLANEDA

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LA PORTADA

El otro quijote…

Las cubiertas, lo que cubre, el envoltorio.

¿Quieren saber?

Un día recibí el encargo de darle imagen a una investigación…

Nada más y nada menos que, Cervantes en litigio, Cervantes y otros, claro.

—El tema tiene su origen hace más de trescientos años. Debía ser algo viejo. —Pensé.

—Y son muchos los candidatos propuestos para darle solución a esta enigmática investigación—.

Pensé llenar la página con nombres y más nombres. ¡Con todos! Sin dejarme uno.

—Pero hay uno... Hay uno que es especial. Hay uno que fue el que fue, que es el que es—.

¿Lo ha encontrado, futuro lector de esta obra?... A buen seguro que lo encontrará.

Me apremiaron en el tiempo.

—No tengo prisa, —dijo el autor—. Pero… ¿tienes algo de la portada? ¿cuándo la tendrás? —insistía—. Cuando puedas eh, sin prisa.

No sabía que hacer, y pasó algún tiempo. Un tiempo largo… Una mañana, por fin, desperté recordando claramente el sueño que había tenido durante esa noche y me dispuse a dibujarlo (como no podía ser de otra manera), le di forma y cuando me gustó el tercer o cuarto boceto… lo pinté. Luego de un par de días lo deseche y comencé de nuevo.

Me dijeron. —Un libro más viejo ha de ser. Y lo rompí. Ya estaba previsto.

Reorganicé todos los bocetos dibujados, y cada motivo lo moví y lo volví a mover para al final colocarlos como en el sueño los había encontrado. En la profundidad de mi sueño estaba de viaje. Qué casualidad, por tierras castellanas, campos de castilla que daban cobijo a mi viejo libro onírico. Ahora sí que estaba viejo y algo gastado por el uso. En él, una gran lucha literaria tenía lugar y en el medio de la contienda el autor pluma en mano, diría antes que, ahora con bolígrafo, queda todo dicho y es casi un milagro desterrado, por la fuerte voluntad de no caer en el todo poderoso ordenador y al que algunos se resisten parcialmente.

Todavía yo prefiero el lápiz y bocetar cuidadosamente el contenido de la mente, antes que escape por completo.

Sujeté a todos los viejos escritores entre las hojas de mi onírico libro cerrado. Encerrando a todos por igual, ¡que haya orden! Pronto el autor del encargo, Antonio… Mi padre. El padre de esta investigación, liberará a uno solo de ellos…

¿Lo imaginan?…

Tal vez falte aún tiempo para que todos esos nombres que ahora salen de entre las cubiertas de este libro, alcancen el reposo que la literatura les merece, cada uno en su lugar, sin desmerecer. Reposados éstos, solo quedará uno, ahora menos escondido, ya a la luz, permaneciendo sólo en las páginas de los títulos, donde debe estar, donde debería haber estado desde los inicios en que la pluma deliñada tomó las líneas atrevidas y desafiantes en aquel momento de la historia. Son estos mismos, los que escapan, los que hacen posible que Pedro Liñán de Riaza quede atrapado en el tomo que llenó de su tinta para siempre.

Enhorabuena Antonio Sánchez Portero, enhorabuena padre, por tu trabajo erre que erre, emulando al mejor Cervantes al más atrevido Liñán (en aquel momento). Leyendo lo que nadie ha leído. Llegando hasta donde nadie se ha atrevido a llegar y concluyendo lo que otros daban por hecho o inalcanzable desde sus cómodas cátedras, y encima sin olvidarte del todo, a tu manera, de los tuyos y de las tuyas cosas cotidianas del día a día tan singulares en estos últimos meses.

Una gran obra por dentro y por fuera con la modestia necesaria, claro.

Alberto José

Barcelona, diciembre de 2011.