viernes, 8 de julio de 2011

LISTA DE CANDIDATOS





Tonos. Número 14. Diciembre, 2007

http://www.um.es/tonosdigital/znum14secciones/estudios25_Quikote.html

REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS

LISTA DE CANDIDATOS PARA SUSTITUIR A AVELLANEDA,

EL AUTOR DEL OTRO QUIJOTE

Antonio Sánchez Portero

(CENTRO DE ESTUDIOS BILBILITANOS,

DE LA INSTITUCIÓN “FERNANDO EL CATÓLICO” DEL CESIC)



RESUMEN
Se expresa con frecuencia la convicción de que es imposible, a estas alturas, tras más de tres siglos de infructuosa búsqueda, desvelar el nombre que se oculta tras el del Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo. No lo creo yo así. Es cuestión de encontrar el camino adecuado. Un primer paso es reunir a todos los candidatos; otro, recoger las características, particularidades y requisitos que debe reunir el autor anónimo. Cumplir estos objetivos es lo que se pretende con este artículo.


ABSTRACT
Frecuentely it is said, it is imposible the convition at this time, after more than three centuries of fruitless investigation. To discover the name which is hidden beyond of de Licenciado Alonso Fernández of Avelleda, the author of de apocriphal Quijote. I do not believe so. It is the purpose to find the appropiate way. The first step is to reunite all of the candidates. Another one, is to collect the characteristics, particularity and requisites, that investigators must reunite the anonymous author. To provide these objetives, is what is pretended with this article.


Quizás, en su momento, si no de dominio público, pero sí en los medios literarios y cultos, sería conocido el nombre del autor y de los posibles colaboradores que habían hecho factible que se publicase el denominado Quijote apócrifo ─el otro Quijote─, bajo el seudónimo del Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, para amargarle a Miguel de Cervantes el último periodo de su existencia.
Por este motivo, por no ser ningún secreto, nadie se molestó en plasmar fehacientemente este dato para la posteridad, y así se hubiesen evitado miles y miles de horas de incesante investigación, y miles y miles de páginas impresas.
Lo expresado hasta aquí ─salvo lo de los miles─ es una hipótesis. Lo que sí pude afirmarse como realidad, es que Cervantes, aprovechando que lo ocultaba su competidor, por su parte no tenía ningún interés en divulgar su nombre, aunque sólo fuese por una razón tan poderosa como la de evitar que su rival alcanzase a su costa la inmortalidad. Porque además de otros ejemplos, tenía bien cerca el de Mateo Alemán, quien al citar al continuador de su Guzmán de Alfarache ─a Juan Martí─, lo catapultó a la fama, he hizo que su nombre, asociado al suyo, perviva en la actualidad.
Desaparecidos los actores y pasado algún tiempo, ante la falta de noticias y al amor de la universal proyección que adquiría paulatinamente una obra cumbre como es el Quijote, comenzó a fraguarse uno de los mayores arcanos de la literatura española y, acaso, de la universal: el enigma de la identidad de Avellaneda. Y como conclusión lógica, comenzaron a surgir las especulaciones en pos de conocer el nombre que se ocultaba tras el controvertido escritor.
Como he podido observar, por lo común, el impulso para iniciar la tarea puede surgir por varios motivos: Por asumir el investigador un reto, por responsabilidad profesional, por continuar otra investigación o simplemente por curiosidad; y puede ir precedido por un estudio más o menos minucioso, o ser motivado por la intuición o por la casualidad que llevan al descubrimiento de alguna pista nueva, conexión, relación personal o referencia textual relacionados con Cervantes, con Avellaneda o con sus obras.
Y a partir de este momento inicial, una vez “localizado” el posible autor, comienza la búsqueda de todos aquellos datos, motivos, elementos, matices, indicios que favorecen a éste, a “su” candidato, arrimando el ascua a su sardina, no siempre con la objetividad necesaria, empleando a veces métodos poco ortodoxos, aportando pruebas poco consistentes, incluso carentes de la más elemental lógica y, si se me permite el símil, sacando pelos de una calavera; con la mira puesta en llegar a “un” resultado, no al “bueno”, al definitivo. Y claro que hay aproximaciones, y que se sacan unas conclusiones, pero, a la postre, se falla el tiro o este sale por la culata. Y se pueden poner muchos ejemplos.
No obstante, gran parte de estos trabajos, aunque no han conseguido su objetivo, son estimables y algunos muy meritorios, porque aportan gran cantidad de valiosos datos, que pueden ser aprovechados para ulteriores investigaciones. De hecho, reconozco que me han servido de valiosísima ayuda, evitándome mucho trabajo, lo que agradezco de verdad de la buena. Lo que pediría ─no siempre se hace─, es que se cite la fuente de la que uno se beneficia.
Por otro lado, estimo que, por lo general, no se tienen en cuenta a priori unas premisas fundamentales que de ser aplicadas evitarían mucho trabajo que, al fin, es inútil. Dichas, pueden resumirse en los siguientes párrafos, en los que he procurado recoger extractadas las conclusiones coincidentes a las que han llegado muchos investigadores.
Conviene advertir que, si bien algunas conclusiones han sido establecidas después de investigaciones y estudios, alguna otra ─una de capital importancia─, fue aportada por el propio Cervantes, quien expresó con reiteración y firmeza que “el fingido y tordesillesco autor del falso Quijote es aragonés”. Algunos investigadores aceptan y dan por buena, sin reservas, esta afirmación; mientras otros no y defienden y argumentan que Cervantes no conocía a Avellaneda y, por tanto, no sabía cual era su naturaleza[i][i].
Otras conclusiones a las que se han llegado son:

* Así como hasta avanzado el siglo XX la mayor parte de los críticos tenía una opinión peyorativa y muy negativa sobre el Quijote de Avellaneda, últimamente su valoración ha cambiado radicalmente y se nos dice que estamos ante una buena novela, de una calidad incuestionable, sin duda creada por un escritor de oficio, de amplia trayectoria, con experiencia y con otras obras en su acervo. El Quijote apócrifo no puede ser el resultado espontáneo de una esporádica fase de inspiración, ni un fruto que se saca uno de la manga por un enfado o una venganza, aunque éstos sean algunos de los móviles posibles. Hay que ir pensando en un escritor de campanillas que quiso competir con el mismísimo Cervantes.
Para Gómez Canseco no hay dudas. En la “Introducción” de su edición del Quijote de Avellaneda expone:

El fingido autor tordesillesco no era un don nadie ayuno de letras y de erudición. Su obra rezuma literatura por todos los lados y lo mismo trae un verso de Petrarca que una cita de Santo Tomás, un personaje de la Biblia que un epigrama de Lope, una sentencia de Aristóteles que un romance o una novela de Bandello. ─Y también─: Quien se escondía tras de la máscara de Alonso Fernández de Avellaneda hubo de ser un hombre culto, asentado en la sociedad de la época, de convicciones tan sólidas como simples, y poco dispuesto a cuestionarlas.

* Avellaneda, además de conocer muy bien Toledo, Madrid y Alcalá y el ambiente y alrededores de estas ciudades ─lo que puede estar al alcance de muchos posibles autores─; demuestra un profundo conocimiento del Valle del Jalón y, concretamente, de Calatayud y sus alrededores y de Zaragoza, con detalles a los que sólo puede acceder alguien estrechamente relacionado con estos lugares y con Aragón. Esta particularidad, unida a la afirmación de Cervantes de que “es aragonés”, limita considerablemente el número de posibles candidatos.

* Algunos investigadores coinciden en que Avellaneda pudo ser dominico o, al menos religioso. También que debía ser autor de comedias. Estas condiciones estimo que no son determinantes, pero pueden servir de ayuda.

* Se desprende de su “Prólogo” y así se deduce de algunos pasajes de la novela, que Avellaneda era muy amigo de Lope de Vega; así como también enemigo de Cervantes. Y opinan algunos investigadores que entre éstos hay que buscarlo.

* Otra exigencia ─estimo que capital─ en la que nadie que yo sepa ha reparado, es la de que Avellaneda tiene que ser poeta, y de cierta categoría, a juzgar por los numerosos versos que se incluyen en la novela.

También es para tenerse en cuenta la siguiente consideración: Un escritor mediocre, un segundón (admitiendo que es capaz de escribir esta obra) se hubiese dado con un canto en los dientes para poder presumir de ser el autor de esta novela, y lo hubiera proclamado a los cuatro vientos; por otra parte, un primera figura, un consagrado, no hubiese tenido ningún inconveniente en enfrentarse directamente con Cervantes, alardeando de su obra, máxime teniendo la seguridad de no incurrir en ningún delito, porque era práctica habitual continuar una obra literaria iniciada por otros. Luego, el que se publicase la novela con seudónimo ─lo que sin duda obedece a un motivo especial─ es una circunstancia importante que nos debe hacer reflexionar y empujarnos a sacar las oportunas conclusiones.
Expuestas estas premisas, ha llegado el momento de reunir a todos los candidatos:

La referencia más antigua que conozco de una lista de optantes a ser el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda se halla en el Latassa (1884), y en estas “Bibliotecas Antigua y Nueva” nos encontramos con los siguientes nombres:

Lupercio Leonardo de Argensola
Bartolomé Leonardo de Argensola
Mateo Alemán
Fray Andrés Pérez
Fray Alonso Fernández
Juan Blanco de la Paz
Fray Luis de Aliaga

Se incrementa esta lista con la aportación del Espasa. En esta enciclopedia encontramos además:

Gaspar Schöpe, polígrafo alemán
Lope de Vega
Fray Luis de Granada
Alfonso Lamberto, poeta
Tirso de Molina
Pedro Liñán de Riaza
Juan Martí
Gabriel Leonardo Albión
Incluso el mismo Miguel de Cervantes

Patrocinado por Tomás Ximénez Embún (Antecedentes literarios que prepararon y causas históricas que produjeron la publicación del Quijote de Avellaneda, en Álbum cervantino aragonés, Madrid, 1905, pp. 71-98), también entra en liza:

Vicencio Blasco de Lanuza

Ramón D. Perés, (Historia de la Literatura Española e Hispanoamericana, Barcelona, Sopena, 1957) añade:

Juan Ruiz de Alarcón
Alfonso Pérez de Montalbán

En “Nota preliminar” a la edición del Quijote de Avellaneda, de “Colección Crisol”, de Aguilar (1960), se incluyen, aparte de alguno ya citado:

Alonso de Ledesma, de Segovia, poeta

Arsenio Gutiérrez Palacios, en un artículo publicado en “Heraldo de Aragón” (1967) y en otros diarios incorpora a:

Alonso Fernández de Zapata, abulense

Por su parte, el cervantista Martín de Riquer, en Aproximación al Quijote (1970), incrementa la lista con los nombres de:

Francisco de Quevedo
Cristobal de Fonseca
Guillén de Castro
Castillo de Solórzano
Vicente García (Rector de Vallfogona)
y, especialmente, Jerónimo de Pasamonte

Juan Domínguez Lasierra, en el artículo “El paso Honroso”, Turia (2005), recoge a:

Francisco López de Úbeda
Juan de Valladares
Mira de Amescua
Gonzalo de Céspedes y Meneses
Salas Barbadillo

Y facilitado por Javier Blasco (Valladolid, Instituto Castellano Leonés de la Lengua, Beltenebros Minor, 2005), incorporo a:

Baltasar Navarrete

Como se aprecia, es una lista variada y amplia y, hasta me atrevo a decir que para todos los gustos[ii][ii].
Posteriormente, gracias a la aportación de Enrique Suárez Figaredo[iii][iii] puedo añadir los nombres de:

Fray Isidoro Aliaga (Hermano de Fray Luis)
Ginés Pérez de Hita
Luis Fernández de Córdoba y Aragón, Duque de Sessa
Fray Hortensio Félix de Paravicino

Una vez que tenemos juntos a todos los candidatos (creo haber leído en algún lugar que alguien ha propuesto a Doménikos Theotokópoulos, El Greco); así como un resumen de las principales características que debe poseer Avellaneda, se debería confeccionar un molde o traje virtual para comprobar cómo y en qué medida se acomoda a dichos candidatos, con el fin de saber a quienes hay que descartar inmediatamente, y jugar con o contemplar sólo a los pocos que tengan alguna posibilidad.
Hay, por ejemplo, un caso muy significativo: el de Fray Luis de Granada, que falleció en 1588, diecisiete años antes de que Cervantes publicase la Primera Parte de su Quijote y, hasta el momento, no ha sido borrado de la oficiosa “lista” rutinaria.
Otros lo tienen difícil, como Mateo Alemán, quien en 1608 emigró a Mejico, donde falleció en 1614; o Juan Ruiz Alarcón, nacido en esta nación americana, a donde regresó en 1608, y no volvió a España, a Madrid, hasta 1613; o Tirso de Molina, por más que José Luis Madrigal asegure que es el autor buscado[iv][iv]. O como Fray Andrés Pérez, natural del Reino de León, que es candidato por ser el autor de La Pícara Justina, obra que se atribuye también a otro candidato a Francisco López de Úbeda, de Toledo; así como a Baltasar Navarrete, elevado por este motivo a la categoría de candidato por Javier Blasco.
Sobre la mayoría de los candidatos, expongo sucintamente los datos biográficos y bibliográficos que conozco en el citado libro La identidad de Avellaneda, el autor del otro Quijote, y debo decir que descarto a la mayoría por apartarse de forma ostensible del molde que conforman las premisas establecidas.
Es el caso de Fray Cristóbal de Fonseca, natural de Santa Olalla (Toledo) propuesto por Narciso Alonso Cortés, y descabalgado por él mismo; o Alonso Castillo Solórzano, que nació precisamente en Tordesillas en 1584, por lo que cuando salió el Quijote podía tener veintiún años y no es fácil que fuese aludido por “sinónimos voluntarios” ni de ninguna otra manera por Cervantes, y su primera obra conocida se publicó en 1625; Juan de Valladares y Valdelomar, presbítero, que nació en Cordoba y fue propuesto por Arturo Marasso valiéndose de anagramas y de coincidencias que ve entre la autobiografía de Valladares y el Quijote de Avellaneda.
Guillén de Castro es valenciano y amigo de Lope, pero no me consta que conociese a fondo los lugares aragoneses donde se desarrolla la acción del Quijote de Avellaneda. Si podía conocerlos Francisco de Quevedo, que nació en Madrid, poeta, autor de El Buscón don Pablos. Estuvo preso en el Palacio de Cetina (Comarca Comunidad de Calatayud). Se encontraba en Madrid en 1606, pero a resultas de un duelo tuvo que huir de España, en 1611, y, en Sicilia desempeñó en 1613 misiones políticas y diplomáticas. No es fácil creer que en estas circunstancias, lejos del centro de gravedad donde se guisó, sea el autor de la novela en cuestión.
Aragoneses y conocedores de su tierra eran Lupercio Leonardo Argensola, pero cuando se gestó el apócrifo se encontraba en Nápoles, al servicio del Conde de Lemos, y falleció allí en 1613. Su hijo, Gabriel Leonardo Albión, por aquellas fechas, también se encontraba en Nápoles.
El candidato que durante esta larga historia ha gozado del favor de los estudiosos y ha sido asociado con mayor fuerza y durante más tiempo a Avellaneda, es el aragonés Fray Luis de Aliaga. Pero no puede ser él si nos atenemos a su trayectoria literaria. También queda descartado automáticamente Lope de Vega como autor de la novela de Avellaneda, en cuyo “Prólogo” se dice:

…pues él [Cervantes] tomó por tales el ofender a mí [que soy el autor] y particularmente [a mi amigo Lope de Vega] a quien tan justamente celebran las naciones extranjeras y la nuestra debe tanto por haber entretenido honestísimamente y fecundamente tantos años los teatros de España…

Sin embargo, según mi opinión, expresada, argumentada y documentada en el citado libro, tanto Aliaga como Lope de Vega tuvieron una decisiva participación en la elaboración del seudónimo, en la edición del libro y en las circunstancias en que se realizó.
Hay otros aragoneses en liza, como Pedro Liñán de Riaza[v][v], Bartolomé Leonardo Argensola, Vicencio Blasco de Lanunza, Alfonso Lamberto (aragonés, según Menéndez Pelayo; y seudónimo del segoviano Alfonso de Ledesma, según Francisco Vindel), y Jerónimo de Pasamonte.
Últimamente ha cobrado auge la hipótesis de que Avellaneda es Jerónimo de Pasamonte, natural de Ibdes, pueblo de la Comarca Comunidad de Calatayud. Fue el eminente y prestigioso cervantista Martín de Riquer quien abrió esta vía de investigación a partir de 1969, pero defiende su conjetura con cautela y muchas reservas. Otros, sin embargo la defienden a capa y espada, como el destacado profesor e investigador Alfonso Martín Jiménez.
Mi opinión es que esta teoría se asienta sobre una base poco firme y hace agua por muchos lados. Lo manifiesto en el artículo ¿Qué pudo suceder entre Miguel de Cervantes y Jerónimo de Pasamonte? ¿Es éste Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo?, publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Los libros y artículos en los que se aboga por determinados candidatos, han sido muchos, así como aquellos en los que se aducen las razones para descartar a otros. Las réplicas, contrarréplicas, cruces de opiniones y comentarios son también muy numerosos en cantidad y, a veces, no tanto en calidad y en consistencia. Este no es el momento de recogerlos porque ocuparían decenas de páginas.
Por lo que este artículo toca a su fin, ya que el principal motivo que me ha movido a redactarlo, que es el de reunir a todos los candidatos a ocupar el puesto de Avellaneda, ya está cumplido; y de paso, como apéndice, el de marcar unas pautas para poder encontrar al candidato bueno. Me canso de leer que esta es una misión imposible. No lo creo así. Es más, yo tengo un candidato, pero no voy a desvelar su nombre aquí. Aunque mucho me temo que he debido de dejar alguna pista por la que pueda ser identificado.

Calatayud, 7 de julio de 2007



[i][i] .─ Sánchez Portero, Antonio: TRES AFIRMACIONES CAPITALES QUE DEBERÍAN PROMOVER LA RECONSIDERACIÓN DE ALGUNOS ANÁLISIS Y OPINIONES SOBRE EL QUIJOTE: Cervantes conocía el Quijote de Avellaneda antes de comenzar a escribir la segunda parte del suyo. ─Cervantes sabía quién era Avellaneda. ─Así como Avellaneda imitó y se inspiró en Cervantes, éste se inspiró e imitó a Avellaneda., publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
[ii][ii] .─ Esta lista, tal como está recogida aquí, así como muchos datos que avalan mi exposición anterior, se encuentra en mi libro La identidad de Avellaneda, el autor del otro Quijote, publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Ficha de Obra, Referencia 19961.
[iii][iii] .─ Suárez Figaredo, Enrique: Cervantes, Figueroa y el crimen de Avellaneda, Barcelona, Ediciones Carena, 2004. En ester libro es donde por primera vez he visto reunidos a todos los candidatos (pág. 25) con especificación de los datos que conoce su autor, como origen, fechas de nacimiento y defunción, cargos que ocuparon, etc.; y también un cuadro (págs. 385-389) dando el nombre del “proponente” de los “candidatos” y los “textos” aportados por ellos.
[iv][iv] .─ Sánchez Portero, Antonio: Cervantes y Avellaneda y, entre ambos Quijotes, Tirso de Molina y Liñán de Riaza, artículo publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Ficha Obra, Referencia 23.432.
[v][v] .─ La opinión actual considera a este poeta natural de Toledo o de un pueblecito alcarreño, limítrofe con Aragón. Estimo que no es así y expongo mis razones en el artículo El ‘toledano’ Pedro Liñán de Riaza ─candidato a sustituir a Avellaneda─ es aragonés, de Calatayud, publicado en la Revista LEMIR, nº 11, 2007.

jueves, 7 de julio de 2011

SALAMANCA EN EL QUIJOTE

Etiópicas, 6 (2010).
http/www.uhu.es/programas_calidad_literatura_amatoria/etiopicas/num_6/sanchezportero.pdf


SALAMANCA EN EL QUIJOTE
Y LA IDENTIDAD DE AVELLANEDA


Antonio Sánchez Portero
Centro de Estudios Bilbilitanos
Institución “Fernando el Católico” del CSIC


Partiendo de unos hechos contrastados: que Liñán de Riaza se llama Pedro; se titulaba “Licenciado” y se había “graduado en Cánones por Salamanca”; de la enemistad que surgió entre Cervantes y Lope, puesta de manifiesto por los sonetos[1]: “Hermano Lope, bórrame el soné– / De versos de Ariosto y Garcilá– /”, y: “Yo no sé de los, de li ni le / ni, si eres Cervantes, co ni cu /”; por la carta de Lope a Cervantes fechada en 1604: “ninguno tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a don Quijote”; y de que Cervantes ridiculiza y satiriza a Liñán, y especialmente a Lope, en la Primera Parte, dando motivo a que un tal Avellaneda, alegando que el primer Quijote ofende “a mí, y particularmente a quien tan justamente celebran… por haber entretenido los teatros… con estupendas e innumerables comedias… [Lope de Vega]”, escriba “el otro” Quijote.
Y teniendo también en cuenta la hipótesis que mantengo y defiendo, con diversos y múltiples argumentos, expuestos en un libro y en artículos[2], de que Liñán de Riaza es Avellaneda; de que Cervantes lo sabía desde que comenzó a escribir el Quijote, en cuya Primera Parte cita a Liñán satíricamente; y en la Segunda (después de conocido el “apócrifo”, primero en manuscrito y después en libro) lo recuerda con resquemor y con el mensaje de que sabe quien es, aunque no descubre su nombre para no inmortalizarlo (no quiere, además de ser “coima”, poner la cama…); y de la hipótesis de que Sansón Carrasco es Liñán (que comparto con López Navío, Bonilla y San Martín y otros investigadores), he tenido la curiosidad se saber en que contexto se encuentra encajado el nombre de “Salamanca”. Y para satisfacerla, he utilizado el buscador de Internet y la edición de Pérez López del Quijote con “Notas de López Navío”[3], y el resultado es el que sigue:

En la Primera Parte, sólo en tres ocasiones aparece Salamanca, la primera y segunda, en el Capítulo XII (p. 259). Sospecho si la historia de Crisóstomo que cuenta un cabrero referirá hechos reales que Cervantes desea relacionar con algún personaje en concreto, de quien deja pistas para que vea que tiene relación con él. Quien relata el cuento es Pedro (nombre de pila de Liñán). “Se murmura que ha muerto [Crisóstomo] de amores de aquella endiablada moza Marcela,” Pedro aparece como un rústico cabrero (según López Navío, Liñán siempre anda entre cabras en sus romances), que confunde “cris del sol y de la luna” por “eclipse”; y “estil” por “estéril”… “—Esa ciencia se llama astrología –dijo don Quijote.”
En el siguiente párrafo puede haber algunas pistas, que transcribo en cursiva:

—No sé yo como se llama –replicó Pedro, mas sé que todo esto sabía, y aun más. Finalmente, no pasaron muchos meses, después que vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor, con su cayado y pellico, habiéndose quitado los hábitos largos que como escolar traía, y juntamente se vistió con él de pastor otro su grande amigo, llamado Ambrosio, que había sido su compañero en los estudios. Olvidábaseme de decir como Crisóstomo, el difunto, fue grande hombre de componer coplas; tanto, que él hacía los villancicos para la noche del Nacimiento del Señor, y los autos para el día de Dios, que los representaban los mozos de nuestro pueblo, y todos decían que eran por el cabo. Cuando los del lugar vieron tan de improviso vestidos de pastores a los dos escolares, quedaron admirados, y no podían adivinar la causa que les había movido a hacer aquella tan extraña mudanza. Ya en este tiempo era muerto el padre de nuestro Crisóstomo, y él quedó heredado en mucha cantidad de hacienda, ansí en muebles como en raíces, y en no pequeña cantidad de ganado, mayor y menor, y en gran cantidad de dineros; de todo lo cual quedó el mozo señor desoluto, y en verdad que todo lo merecía: que era muy buen compañero y caritativo y amigo de los buenos, y tenía una cara como una bendición. Después se vino a entender que el haberse mudado de traje no había sido por otra cosa que por andarse por estos despoblados en pos de aquella pastora Marcela que nuestro zagal nombró denantes, de la cual se había enamorado el pobre difunto de Crisóstomo. Y quiéroos decir agora, porque es bien que lo sepáis, quién es esta rapaza: quizá, y aun sin quizá, no habréis oído semejante cosa en todos los días de vuestra vida, aunque viváis más años que sarna.

Según López Navío (obra citada, nota 34), “más años que Sara o Sarra, la mujer del patriarca Abraham.” Aplicados a unos y otros personajes, hay conceptos que se podrían aplicar a Liñán, entre otros, que su padre había fallecido en una aldea (Villel de Mesa) dejándole la herencia.
En relación con “Pedro”, encontramos más referencias en el QII, capítulo LII; y, además, creo haber encontrado correlación entre Sansón Carrasco y Liñán a través de la carta que envía Teresa Panza a Sancho:

Tu carta recibí, Sancho mío de mi alma… […] Unas bellotas envié a nuestra señora la duquesa; yo quisiera que fueran de oro; envíame tú algunas sartas de perlas, si se usan en esa ínsula. […] Las nuevas deste lugar son que la Berrueca casó a su hija con un pintor de mala mano, ... […] El hijo de Pedro Lobo se ha ordenado de grados y corona [de tonsura y de las cuatro primeras órdenes. Pedro Liñán se ordenó de clérigo presbítero en 1601] con atención de hacerse clérigo; súpolo Minguilla, la nieta de Mingo Silbato, y hale puesto demanda de que la tiene dada palabra de casamiento; malas lenguas quieren decir que ha estado encinta dél, pero él lo niega a pies juntillas.

Tenemos un “Pedro” y la inicial del apellido “Lobo” es una “L”, la misma que el de “Liñán”; y no hay que olvidar que la Dulcinea de Avellaneda es Bárbara de Villalobos[4], y por si faltaba algo para descifrar esta alusión, no tenemos sino preguntar precisamente a Minguilla, que es la protagonista del poema titulado “Burlas” (Randolph[5], romance satírico-burlesco nº 49) de Pedro Liñán, que comienza: “Contenta estaba la Minguilla”, y cuenta los amores de una doncella que se dejó seducir.
Y en un párrafo de la carta se relaciona a “la nieta de Mingo Silbato” con otro “Mingo” que se encuentra en el Prólogo: “… y siquiera no haya emprentas en el mundo, y siquiera se impriman contra mí más libros que tiene las letras de Mingo Revulgo.”

La clave la aporta López Navío en una nota a este párrafo: “Son treinta y dos coplas en las que se critica el gobierno desastroso de Enrique IV (Candaulo) en un diálogo entre Mingo Revulgo (el pueblo) y Gil Arribato (profeta o adivino).” Como vemos, incluye Cervantes a “Mingo Revulgo” en el contexto de “se impriman contra mí más libros…” Y en la carta aparece el mismo “Mingo”, pero acompañado por el vocablo “Silbato, en vez de Gil Arribato, ¿con la pretensión, quizás, de dejar una pista que ayude a desvelar la identidad del autor que propicio que se imprimiera un libro “contra” él? Si fuese así, y cabe la posibilidad, la sutileza de Cervantes alcanzaría límites insospechados.
Con este ejemplo y otros que anteceden o siguen, pretendo poner de manifiesto que Cervantes mete continuamente cuñas en clave para indicar que conoce al autor del Quijote apócrifo, y dice con claridad y repetidamente que es aragonés. Pero no le interesa desvelar su nombre abiertamente por los motivos que expongo al final.

Siguiendo con las citas, referencias y alusiones, más o menos veladas, y hasta enmascaradas y ocultas sutilmente, relativas al Quijote de Avellaneda, a su autor Liñán y a su principal colaborador Lope de Vega, son numerosos los testimonios que encuentro en el QII. Aporto uno nuevo del capítulo XLVII. Con motivo de que lo mata de hambre cuando gobierna en la ínsula, Sancho despotrica contra el médico:

¾Pues señor Pedro Recio de Mal Agüero; natural de Tirteafuera, lugar que está a la derecha mano como vamos de Caracuel a Almodóvar del Campo, graduado en Osuna, quíteseme luego delante, si no, voto al sol que tomo un garrote y que a garrotazos, comenzando por él, no me ha de quedar médico en toda la ínsula, a lo menos de aquellos que yo entienda que son ignorantes; que a los médicos sabios, prudentes y discretos los pondré sobre mi cabeza y los honraré como a personas divinas. Y vuelvo a decir que se me vaya, Pedro Recio, de aquí; si no tomaré esta silla donde estoy sentado y se la estrellaré en la cabeza, y pídanmelo en residencia, que yo me descargaré con decir que hice servicio a Dios en matar a un mal médico, verdugo de la república. Y denme de comer, o si no, tómense mi gobierno, que oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas.

Creo con fundamento que Cervantes al denominar a este doctor y tratarlo de la forma en que lo hace, se está refiriendo a Pedro Liñán de Riaza. Veamos: Coincide en el nombre “Pedro”, omite “Liñán” porque se descubriría; “Recio” es similar fonéticamente a “Riaza”, y el segundo apellido “Agüero”, que Sancho convierte en “Mal Agüero”, son palabras fundamentales de la letrilla: “¡Qué mal agüero / trocar la libertad por el apero!” del romance nº 11 de Liñán “Por las cañadas del pino”, que incluye Randolph en el libro citado, pág. 322.

Merece también recordarse que, en la “graciosa aventura del titeretero” (cap. XXVI), al maese del retablo, entre tantos nombres posibles, lo denomina Pedro; así como Periquillo a uno de los muchachos, en el penúltimo capítulo, en una escena intrascendente y prescindible, salvo que la use para enviar un mensaje, que para mí es el de que quiere recordar, una vez más, a su rival y enemigo:

… estaban riñendo dos mochachos y uno le dice al otro: —No te canses Periquillo, que no la has de ver en todos los días de tu vida.

Preguntado el muchacho por Sancho, dijo que se refería a una jaula de grillos que le había tomado, la cual no pensaba devolvérsela en toda la vida. Y como Sancho, en este episodio, refiriéndose a la liebre que huía de unos galgos y se refugió debajo de los pies de su rucio, dice: “…¿qué mala señal es esta ni que mal agüero se puede tomar de aquí?”, no puedo evitar acordarme del autor de la letrilla “¡Qué mal agüero/trocar la libertad por el apero!”, de Pedro Liñán, porque aquella novela que escribió –el Quijote–, al igual que la jaula de grillos (novela con disparates) que le había tomado antes “no la has de ver en todos los días de tu vida”, –no ha de ver la novela– por la sencilla razón de que Liñán estaba muerto. Seguro que son meras coincidencias, elucubraciones, pero tengo la obligación de exponerlas.

Vienen a cuento, y las incorporo aquí, aplicadas a todo mi libro, las palabras de Enrique Suárez Figaredo de su artículo “Los ‘sinónomos voluntarios’:…” Lemir (2006), dirigidas o, más bien pensando, en sus colegas investigadores de Avellaneda. Él tiene también su candidato, pero dice: “Cuando sepamos quien fue el intruso, de seguro creeremos descubrir en su Quijote y en la obra cervantina cosas que antes nos pasaron desapercibidas.” Pues eso es lo que creo, por lo que suscribo esta frase totalmente.

La tercera aparición de “Salamanca” en la Primera Parte, se encuentra en el Capítulo XXXIX (p. 750), donde se desarrolla la “Historia del cautivo”, quien la comienza diciendo que “—En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje…” Y su padre dividió la hacienda en cuatro partes, una para él, y las otras para el cautivo, que era el mayor, y para sus otros dos hermanos, con el deseo de que cuando

…cada uno tuviese en su poder la parte que le toca de su hacienda, siguiera uno de los caminos que le diré… …que uno de vosotros siguiese las letras, el otro navegue ejercitando el arte de la mercancía y el otro sirviese al rey en la guerra… El menor, y a lo que yo creo el más discreto, dijo que quería seguir la Iglesia, o irse a acabar sus comenzados estudios en Salamanca. [Es lo que hizo Liñán.] Digo, en fin, que nos despedimos dél… encargándonos que le hiciésemos saber… de nuestros sucesos, prósperos o adversos. Prometámoselo, y, abrazándonos… el uno tomó el viaje de Salamanca, el otro de Sevilla, y yo el de Alicante… Esto hará veinte y dos años que salí de la casa de mi padre…

Tenemos que irnos al Capítulo XLII (p. 815), para enterarnos, cuando regresa el cautivo, de que:

… Mi hermano menor está en el Pirú, tan rico que con lo que ha enviado a mi padre y a mí ha satisfecho bien la parte que él se llevó, y aun dado a las manos de mi padre con qué hartar su liberalidad natural.

¿Se estará burlando Cervantes de Liñán, de quien no puede decirse que poseyese considerable fortuna? ¿Tendrá alguna relación esta referencia con las “flechas” envenenadas que “saca Cupido / de las venas del Pirú /” y que envía Avellaneda en el capítulo IV de su apócrifo a Cervantes?

* * *

En el QII, las citas a Salamanca son numerosas. En el Prólogo (p. 22), vemos que:

... dile de mi parte [a ese aragonés que se dice natural de Tordesillas] que no me tengo por agraviado; que bien sé lo que son tentaciones del demonio, y que una de las mayores es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e imprimir un libro con que gane tanta fama como dineros, y tantos dineros cuanta fama; y para confirmación desto, quiero que en tu donaire y gracia le cuentes este cuento:
Había en Sevilla un loco que dio en el más gracioso disparate y tema que dio loco en el mundo. Y fue que hizo un canuto de caña puntiagudo en el fin, y en cogiendo algún perro en la calle, o en cualquiera otra parte, con el un pie le cogía el suyo, y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el canuto en la parte que soplándole, le ponía redondo como una pelota, y en teniéndole desta suerte, le daba dos palmaditas en la barriga, y le soltaba, diciendo a los circunstantes, que siempre eran muchos:
¾¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro? ¾¿Pensará vuestra merced que es poco trabajo hacer un libro?

Equipara Cervantes hinchar un perro a hinchar –hacer, elaborar, engordar– un libro, y quien realiza esta tarea es “un loco que había en Sevilla”, que puede ser un trasunto de Avellaneda. Recordemos que a su don Quijote lo llevan a que cure su locura a la Casa de Locos del Nuncio de Toledo. Y en el primer capitulo de la Segunda Parte (p. 34), Cervantes le hace decir al barbero:

En la casa de los locos de Sevilla estaba un hombre a quien sus parientes habían puesto allí por falta de juicio. Era graduado en cánones por Osuna [una universidad devaluada]; pero aunque lo fuera por Salamanca [Liñán estaba graduado en cánones por Salamanca], según opinión de muchos no dejara de ser loco. Ese tal graduado, al cabo de algunos años de recogimiento, se dio a entender que estaba cuerdo y en su entero juicio, y con esta imaginación escribió al arzobispo suplicándole encarecidamente y con muy concertadas razones le mandase sacar de aquella miseria en que vivía, pues por la misericordia de Dios ya había recobrado el juicio perdido.

Total y resumiendo, que dispuso el arzobispo que si era verdad lo que el licenciado le escribía, lo dejasen en libertad, pese a las prevenciones del retor, porque creía que el licenciado aún estaba loco.

... viendo ser orden del arzobispo, pusieron al licenciado sus vestidos, que eran nuevos y decentes, y como él se vio vestido de cuerdo y desnudo de loco, suplicó al capellán que por caridad le diese licencia para despedirse de sus compañeros locos.
[El loco a quien visitó le dijo]: ¿Vos bueno? Agora bien, ello dirá; andad con Dios; pero yo os voto a Júpiter tonante, cuya majestad yo represento en la tierra, que por sólo este pecado que hoy comete Sevilla en sacaros desta casa y en teneros por cuerdo, tengo que hacer un castigo tal en ella, que ande memoria del por todos los siglos de los siglos, amén. ¿No sabes tú licenciadillo menguado, que lo podré hacer, pues, como digo, soy Júpiter tonante, que tengo en mis manos los rayos abrasadores con que puedo y suelo amenazar y destruir el mundo? Pero con una sola cosa quiero castigar a este ignorante pueblo; y es con no llover en él ni en todo su distrito y contorno por tres años enteros que se han de contar desde el día y punto en que ha sido hecha esta amenaza en adelante... […] A las voces y razones del loco estuvieron los circunstantes atentos; pero nuestro licenciado volviéndose a nuestro capellán y asiéndole de las manos le dijo: “No tenga vuesa merced pena, señor mío, ni haga caso de lo que este loco ha dicho; que si él es Júpiter [el loco de Cervantes] y no quiere llover, yo, que soy Neptuno [el loco de Avellaneda], el padre y el Dios de las aguas, lloveré todas las veces que me antojare y fuere menester.” A lo que respondió el capellán: “Con todo eso, señor Neptuno, no será bien enojar al señor Júpiter: vuestra merced se quede en su casa; que otro día, cuando haya más comodidad y más espacio, volveremos por vuestra merced.” Rióse el retor y los presentes, por cuya risa se medio corrió el capellán; desnudaron al licenciado, quedóse en casa, y acabóse el cuento.
—Pues ¿este es el cuento, señor barbero –dijo don Quijote–, que, por venir aquí como de molde, no podía dejar de contarle? ¡Ah, señor rapista, y cuan ciego es aquel que no vee por tela de cedazo! Y ¿es posible que vuestra merced no sabe que las comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura y de linaje a linaje [y de “mi” Quijote al “otro” Quijote] son siempre odiosas y mal recebidas? Yo [Cervantes], señor barbero, no soy Neptuno [Avellaneda] el dios de las aguas, ni procuro que nadie me tenga por discreto, no siéndolo;…” [“Discreto” es Lope de Vega, y Liñán].

Al final del capítulo II (p. 56), “…–dijo Sancho–;…que anoche llegó el hijo de Bartolomé Carrasco, que viene de estudiar de Salamanca, hecho bachiller…” Y al principio del capítulo VII (p. 139), Sansón Carrasco, respondiendo al ama, dice:

—Yo sé lo que digo, señora ama; váyase y no se ponga a disputar conmigo, pues sabe que soy bachiller por Salamanca, que no hay más que bachillear –respondió Carrasco.

Creo con fundamento, según expongo en el artículo “Sansón Carrasco: un personaje clave en el Quijote de 1615…”[6], que en Sansón Carrasco Cervantes representa a Liñán.

En el Capítulo XXXIII (p. 554), dijo Sancho Panza:

—Eso digo yo —dijo Sancho Panza—, que si mi señora Dulcinea del Toboso está encantada,… … sino ándense a cada triquete conmigo a dime y direte, «Sancho lo dijo, Sancho lo hizo, Sancho tornó y Sancho volvió», como si Sancho fuese algún quienquiera, y no fuese el mismo Sancho Panza, el que anda ya en libros por ese mundo adelante, según me dijo Sansón Carrasco, que, por lo menos, es persona bachillerada por Salamanca, y los tales no pueden mentir, si no es cuando se les antoja o les viene muy a cuento; así que no hay para qué nadie se tome conmigo; y pues que tengo buena fama, y, según oí decir a mi señor, que más vale el buen nombre que las muchas riquezas, encájenme ese gobierno y verán maravillas; que quien ha sido buen escudero será buen gobernador.

En el Capítulo X (pp. 186–187), don Quijote:

…mandó a Sancho volver a la ciudad, y que no volviese a su presencia sin haber primero hablado de su parte a su señora,…
—Yo iré y volveré presto –dijo Sancho–, y ensanche vuestra merced, señor mío, ese corazoncillo, que le debe tener agora no mayor que una avellana,…

Me hace pensar que no se le ocurra otra comparación. ¿Será que Cervantes quiere recordarnos a Avellaneda? Y mi sospecha se acentúa cuando, unos párrafos más adelante, le recomienda don Quijote a Sancho:

No os fiéis en eso, Sancho; porque la gente manchega [¿don Miguel?] es tan colérica como honrada y no consiente cosquillas de nadie. Vive Dios que si os huele, que os mando mala ventura. —¡Oxte, puto! ¡Allá darás, rayo! No, sino ándeme yo buscando tres pies al gato por el gusto ajeno [no cinco ni siete, sino tres: dos, primera y segunda parte de su Quijote; la tercera, el apócrifo de Avellaneda]; y más, que así será buscar a Dulcinea por el Toboso como a Marica por Ravena, o al Bachiller [Liñán] en Salamanca, el diablo [él, Liñán], el diablo me ha metido a mí en esto, que otro no.


¡Qué casualidad!, aparece Salamanca en dos ocasiones en el Capítulo XVI titulado: “De lo que sucedió a don Quijote con el discreto caballero de la Mancha”. Este caballero es don Diego de Miranda, el del Verde Gabán, que tiene:

… un hijo, que, a no tenerle, quizá me juzgara por más dichoso de lo que soy; y no porque él sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera. Será de edad de diez y ocho años: los seis ha estado en Salamanca, aprendiendo las lenguas latina y griega; y cuando quise que pasase a estudiar otras ciencias, halléle tan embebido en la de la Poesía, si es que se puede llamar ciencia, que no es posible hacerle arrostrar la de las Leyes, que yo quisiera que estudiara, ni de la reina de todas, la teología;… … En fin, todas sus conversaciones son con los libros de los referidos poetas, y con los de Horacio, Persio, Juvenal y Tibulo; que de los modernos romancistas no hace mucha cuenta; y con todo el mal cariño que muestra tener a la poesía de romance, le tiene agora desvanecidos los pensamientos el hacer una glosa a cuatro versos que le han enviado de Salamanca, y pienso que son de justa literaria.

El dato de los “seis años que ha estado en Salamanca aprendiendo” no es significativo, salvo que quiera decir algo con él. Liñán, en “lugar de concluir el bachillerato en cinco años, que era lo normal, tarda nueve en graduarse. Se divide su asistencia a clase en tres etapas: 1573–76, 1578–79, y 1582–84 (se bachilleró en el curso de 1582–83).” (Randolph, “Poesías”, p. 14) Si no fallan las cuentas, son seis años de estudios.
Y cuando en Salamanca se celebran en 1578 las fiestas para la elección de un nuevo presidente Real, “Liñán figura en segundo lugar entre los diez y seis poetas que ofrecen versos en castellano. Sus dos sonetos son las primeras composiciones de las que tenemos noticias, y por desgracia andan perdidas desde hace un siglo.” (Randolph, “Poesías”, p. 14).

Continúa la trascripción del capítulo XVI:

A todo lo cual respondió don Quijote:
—Los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres… […] La Poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa… …; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. [En la nota 76, p. 282, López Navío puntualiza: “Nueva indirecta contra Lope, procesado por sus libelos difamatorios contra Filis y su familia,…”] Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener el que la tuviere a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos [sin duda se refiere al soneto: “Yo no sé de los, de li ni le / no sé si eres Cervantes, co ni cu /”]; no ha de ser vendible en ninguna manera,... […] Pero vuestro hijo (a lo que yo, señor, imagino) no debe de estar mal con la poesía de romance, sino con los poetas que son meros romancistas [lo son Lope y Liñán], sin saber otras lenguas ni otras ciencias… […] Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras ajenas [nueva sátira contra Lope]; pero hay poetas que a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de Ponto. Si el poeta fuere casto en sus costumbres [otra diatriba contra Lope], lo será también en sus versos;…

En el Capítulo XVIII (p. 315), donde se relata “lo que sucedió a son Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán…”, después de que el hijo de este caballero, don Lorenzo,

En acabando de decir su glosa, se levantó en pie don Quijote y en voz levantada que parecía un grito, asiendo con su mano la derecha de don Lorenzo, dijo:
¾Viven los cielos donde más altos están, mancebo generoso, que sois el mejor poeta del orbe, y que merecéis estar laureado, no por Chipre ni por Gaeta, como dijo un poeta que Dios perdone, sino por las academias de Atenas, si hoy vivieran, y por las que hoy viven de París, Bolonia y Salamanca;…

“Que Dios perdone” equivale a “Que Dios lo tenga en la gloria”, lo que viene a decir que a quien se le aplica se le da por muerto. López Navío, en la nota 67 del QII, capítulo XVIII, expone:

67 un poeta que Dios perdone: Shevill y Bonilla en su nota 25 al “Canto de Calíope” dicen que Cervantes se refiere aquí a Liñán de Riaza, que bajo el nombre de Juan Bautista de Vivar había dirigido un soneto contra el jurado Juan Rufo, en el que figuraban las palabras del texto. R. Marín, basado en que existió un poeta llamado Vivar y citado también por Cervantes en su canto, no acepta esta identificación. Yo me inclino a ella, pues estoy convencido de que algunas pedradas del Quijote van dirigidas contra Liñán, muy amigo de Lope de Vega, y muerto ya cuando Cervantes escribía estas líneas, por lo que se dice “que Dios perdone”. “Yo, Juan Bautista de Bivar, poeta / por la gracia de Ascanio solamente, / saltimbanco mayor de todo Oriente, / laureado por Chipre y por Gaeta”.

Y al final de este Capítulo, (p. 316):

—No sé si he dicho a vuesa merced otra vez, y si lo he dicho lo vuelvo a decir, que cuando vuesa merced quisiere ahorrar caminos y trabajos para llegar a la inaccesible cumbre del templo de la Fama, no tiene que hacer otra cosa sino dejar a una parte la senda de la Poesía, algo estrecha, y tomar la estrechísima de la andante caballería, bastante para hacerle emperador en daca las pajas.

Quizá hile muy fino, pero entreveo en las anteriores líneas el mensaje–reproche que sigue: Si quieres hacerte pronto famoso, deja de hacer poesía y escribe–copia una novela sobre la andante caballería. Mi Quijote, por ejemplo.

En el Capítulo XIX (p. 330), conversando con don Quijote:

—¡Oh! Pues si no me entienden —respondió Sancho—, no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates. Pero no importa: yo me entiendo, y sé que no he dicho muchas necedades en lo que he dicho; sino que vuesa merced, señor mío, siempre es friscal de mis dichos, y aun de mis hechos.
—Fiscal has de decir –dijo don Quijote–, que no friscal, prevaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda.
—No se apunte vuesa merced conmigo —respondió Sancho—, pues sabe que no me he criado en la Corte, ni he estudiado en Salamanca, para saber si añado o quito alguna letra a mis vocablos. Sí, que válgame Dios, no hay para qué obligar al sayagués a que hable como el toledano, y toledanos puede haber que no las corten en el aire en esto del hablar polido.
—Así es –dijo el licenciado–; porque no pueden hablar tan bien los que se crían en las Tenerías y en Zocodover como los que se pasean casi todo el día por el claustro de la Iglesia Mayor, y todos son toledanos. El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en Majalahonda: dije discretos [nota 61 de López Navío: “dicho con ironía contra Lope y Tirso, que en los corrales eran los jefes del bando de los discretos (al que había pertenecido Liñán), en oposición a los necios, a cuyo frente estaba Cervantes], porque hay muchos que no lo son, y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso. Yo, señores, por mis pecados, he estudiado Cánones en Salamanca, y pícome algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes.

De estos párrafos, a mi entender, se desprende un reproche de “prevaricador del buen lenguaje.” A veces, se puede afirmar (o hacer notar algo) con una negación: “no me he criado en la corte ni estudiado en Salamanca.” Liñán, sí, pues “yo, señores, por mis pecados he estudiado cánones [no otra carrera] en Salamanca” y se le puede aplicar que “el lenguaje puro está en los discretos cortesanos, aunque… no hayan nacido en Toledo, y Liñán por su condición de Capellán Mayor de la Iglesia del Santísimo Sacramento de Torrijos pudo muy bien pasearse “casi todo el día por el claustro de la Iglesia Mayor.”
Para mí, que Cervantes, en estas líneas, como en otras muchas, muchísimas, de su Quijote, se refiere, con rabia contenida, de una manera subrepticia, a quien se oculta detrás de un “tordesillesco” Avellaneda aragonés[7] que tanto daño le ocasionó con el otro Quijote “falso, ficticio y apócrifo” en un periodo en el que la fortuna debería sonreírle por sus grandes méritos de inigualable y genial escritor.

En el capítulo LVIII (pp. 911–912), cuando las pastoras que en el bosque atrapaban pajarillos con unas redes de hilo verde: “honraron a don Quijote, dándole el primer lugar en las mesas puestas, ricas, abundantes y limpias…” “Finalmente, alzados los manteles…” don Quijote discursea sobre los pecados que cometen los hombres, diciendo que el mayor es el del desagradecimiento, y concluye:

—Yo pues, agradecido a la merced que aquí se me ha hecho, no pudiendo corresponder a la misma medida, conteniéndome en los estrechos límites de mi poderío, ofrezco lo que puedo y lo que tengo de mi cosecha, y así digo que sustentaré dos días naturales, en la metad de este camino real que va a Zaragoza, que estas señoras zagalas contrahechas [disfrazadas de pastoras] que aquí están son las más hermosas doncellas y más corteses que hay en el mundo, excitando sólo a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis pensamientos, con paz sea dicho de cuantos y cuantas me escuchan.
Oyendo lo cual Sancho, que con grande atención le había estado escuchando, dando una gran voz, dijo:
—¿Es posible que haya en el mundo personas que se atrevan a decir y a jurar que este mi señor es loco? Digan vuesas mercedes, ¿hay cura de aldea, por discreto y por estudiante que sea, que pueda decir lo que mi amo ha dicho, y ni hay caballero andante, por mucha más fama que tenga de valiente, que pueda ofrecer lo que mi amo ha ofrecido?

Puesto en aviso por la conjunción de las palabras “cura de aldea”, “discreto” y “estudiante”, intuyo que en este párrafo subyace el mensaje subliminal de que “un cura de aldea [Liñán, capellán mayor de la iglesia de Torrijos], por discreto y estudiante que sea, no puede decir lo que mi amo [Cervantes] ha dicho,… ni ofrecer lo que mi amo ha ofrecido [el Quijote].” Viene a confirmar esta sospecha la respuesta de don Quijote, apasionada y colérica –y a todas luces improcedente–, a las palabras de Sancho, expresadas por éste sin duda con la clara intención de defender y enaltecer a su amo.
Don Quijote, encendido el rostro, dijo:

—¿Es posible, oh Sancho, que haya en todo el orbe persona alguna que diga que no eres tonto, aforrado de lo mismo, con no se qué ribetes de malicioso y de bellaco? ¿Quién te mete a ti en mis cosas y en averiguar si soy discreto o majadero? Calla y no me repliques, sino ensilla, si está desensillado Rocinante, vamos a poner en efecto mi ofrecimiento, que con la razón [mi libro] que va de mi parte, puedes dar por vencidos a todos cuantos quisieren contradecirla [contradecirlo, con otro libro].
Y con gran furia y muestras de enojo se levantó de la silla, dejando admirados a los circunstantes, haciéndoles dudar si le podían tener por loco o por cuerdo…

Y por último (pp. 1040–42), en torno más o menos cercano a “Salamanca”, después de que el Caballero de la Blanca Luna derrotase a don Quijote, dice:

—Muy filósofo estás Sancho –respondió don Quijote–; muy a lo discreto hablas… [y más adelante:]
—Yo, señores –respondió don Quijote–, os lo agradezco; pero no puedo detenerme un punto, porque pensamientos y sucesos tristes [acaso, pareciendo que se refiere a la derrota, enmascara la publicación del apócrifo] me hacen parecer descortés y caminar más que de paso.
Y así, dando de las espuelas a Rocinante, pasó adelante, dejándolos admirados de haber visto y notado así su extraña figura como la discreción de su criado; que por tal juzgaron a Sancho. Y otro de los labradores dijo:
—Si el criado es tan discreto, ¡cuál debe de ser el amo! Yo apostaré que si van a estudiar a Salamanca que a un tris han de venir a ser alcaldes de Corte; que todo es burla, sino estudiar y más estudiar, y tener favor y ventura; y cuando menos se piensa el hombre, se halla con una vara en la mano, o con una mitra en la cabeza.

López Navío, en la nota 23 (p. 1052), expone que: “conviene hacer notar que todo el [anterior] párrafo es una fina ironía contra los dos corifeos del bando de los discretos (Lope, alias don Quijote, y Tirso, alias Sancho Panza).” Recuerdo que a fray Luis de Aliaga se le conocía con el mote de “Sancho Panza”, y sostengo la hipótesis de que fue colaborador de Lope en la publicación del apócrifo[8], elaborado por Liñán, salvo algún retoque o añadido final.

A tenor de lo expuesto, saco la conclusión de que no se resignó Cervantes a que el hiriente ataque de Avellaneda quedase anónimo; y se las ingenió para meter continuamente en su réplica cuñas, referencias, alusiones y pistas, en la confianza de que alguien, entonces o posteriormente, descubriese el enigma que él no podía en aquellos momentos desvelar[9].
¡Claro que le hubiese gustado a don Miguel plantar cara a Avellaneda! Así como a sus necesarios colaboradores. Y decir lo que pensaba de él y de ellos, que le habían arruinado la vida, amargándole los últimos años de su existencia. Pero a él, desvelando su nombre, no quería “premiarle” con un pasaporte para la inmortalidad, como hizo Mateo Alemán con su copiador Juan Martí en un caso contemporáneo y similar al suyo. En cuanto a ellos, poderosos enemigos, el principal Lope, familiar del Santo Oficio, en compañía del omnipotente Fray Luis de Aliaga, todo un confesor del Rey, también familiar, que llegó a ser Inquisidor General, ¿qué podía decirles un Cervantes en entredicho por considerársele con antecedentes judíos, quien tenía motivos para ocultar ciertos episodios personales de dominio público que lo tuvieron en juicios aunque los ganara, con una conflictiva vida personal, y otra laboral no menos, que le había llevado a la cárcel en varias ocasiones?
No podía decirles nada, sino tragar bilis, callar, sufrir su impotencia y aguzar el ingenio para crear un enigma inmenso, como la obra que le servía de soporte, como si hubiera procedido –usando un símil actual– a la creación de un archivo informático, que se encuentra al alcance de todo el mundo; pero al que sólo se puede acceder conociendo la clave exacta. Y casi todos sabemos que, no sólo que falte una letra o un signo, sino que el simple motivo de que una y otro no estén en el lugar preciso, en el sitio correcto, es imposible abrir el archivo. Y, por tanto, no se puede desvelar el gran enigma, que está ahí, encima de la mesa, al alcance de cualquiera, que dé con la dirección, con la clave. ¿Acaso puede ser ésta “Liñán?








RESUMEN: Teniendo en cuenta unas premisas incuestionables y algunas hipótesis compartidas por destacados cervantistas –que las apoyo y refrendo con mis investigaciones–, he llegado a la conclusión de que Cervantes, impelido por las circunstancias a no desvelar expresamente el nombre que se oculta tras de Avellaneda, no se resignó a que el ataque de éste quedase anónimo, y se las ingenió para dejar pistas en sus novelas al objeto de que pudiese ser descubierto el autor que le amargó el último periodo de su vida.

SUMMARY:
Given some unquestioned assumptions and some shared assumptions that cervantes outstanding support and endorsement to my research, I concluded that Cervantes, compelled by circumstances to reveal not expressly name is hidden behind the de Avellaneda, not resigned to the attack the latter remain anonymous, and managed to stop in their tracks novels in order that the author could be found that soured the last period of his life.


Calatayud, 26 de marzo de 2010
[1] Antonio Sánchez Portero: Un soneto revelador: Conexión entre Avellaneda y Liñán de Riaza. Lemir 12 (2008). Págs. 289–298.
http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista12/12_Sanchez_Antonio.pdf
[2] Antonio Sánchez Portero: La identidad de Avellaneda, el autor del otro Quijote (2006) 322pp. http://www.cervantesvirtual.com/Ficha/Obra.html?Ref=19961
Antonio Sánchez Portero: Tres afirmaciones capitales que deberían promover la reconsideración de algunos análisis y opiniones sobre el Quijote (2007)
http://www.cervantesvirtual.com/Ficha/─Obra.html?Ref=31862
Antonio Sánchez Portero: Correlación entre el “Desamorado Lenio”, Liñán de Riaza y el “Desamorado Don Quijote”de Avellaneda. Lemir 14 (2010): 53–56.
http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista/Revista14/04_Sanchez_Antonio.pdf

[3] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (Con las “Notas al Quijote” de José López Navío), edición de José Luis Pérez López: Empresa Pública Don Quijote de La Mancha, 2005, S.A. Comunidad de Castilla–La Mancha.

[4] En su magnífica edición del Quijote de Avellaneda, Luis Gómez Canseco transcribe Bárbara de “Villatobos”. Al comunicarle que en varias ediciones que he usado, una de ellas la de Daniel Cortezo, 1884, consta “Villalobos”, me contestó que “Desde el punto de vista editorial, estoy convencido de que ha de leerse “Villatobos”, ya que sería lectio facilior y a la que acudiría de inmediato un componedor o un copista. Si he mantenido “Villatobos” en la transmisión textual es porque es casi con seguridad absoluta la lectura del texto original de Avellaneda.” Y en dicha edición; “641,22: Villatobos A: Villalobos CMG. Aunque pudiera tratarse de una errata, no hay ningún criterio definitivo a favor; sobre todo existiendo el toponímico Villatobas en la provincia de Toledo.” También existe el toponímico Villalobos en la provincia de Zamora. Consultado Enrique Suárez Figaredo, autor, entre muchos artículos sobre este tema, de La verdadera edición príncipe del Quijote de Avellaneda (Revista LEMIR, Nº 11), es de la misma opinión que Gómez Canseco. Posteriormente, he podido comprobar en Internet, consultando en facsímil una de las primeras ediciones que, sin lugar a dudas, es “Villatobos”.
[5] Poesías. Pedro Liñán de Riaza, Zaragoza, Talleres Gráficos INO – Reproducciones, S. A., 1982. Edición, introducción y notas de Julián F. Randolph. Biblioteca Universitaria. Puvil libros.

[6] Antonio Sánchez Portero: Sansón Carrasco: un personaje clave en el Quijote de 1615. ¿Representó en él Cervantes a Avellaneda? Anales Cervantinos, Vol. XL. (2008): 89–106.
http:/www.analescervantinos.revistas.csic.es/index.php/analescervantinos/article/view/38

[7] Antonio Sánchez Portero: El ‘toledano’ Pedro Liñán de Riaza –candidato a sustituir a Avellaneda– es aragonés, de Calatayud. Lemir 11 (2007): 61–78.
http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista/Revista11/Revista11.htm
[8] Antonio Sánchez Portero: Lope de Vega y Fray Luis de aliaga: Personajes clave en la publicación del Quijote de avellaneda y en la elección del seudónimo que encubre a Pedro Liñán de Riaza. (2007)
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra?Ref=26353
[9] Antonio Sánchez Portero: Cervantes desveló en clave la identidad de Avellaneda. Lemir 11 (2007): 121–133.
http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista11/09Sanchez_Antonio.pdf

EL DESAMORADO LENIO

Lemir 14 (2010): 53–56http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista14/04_SanchezAntonio.pdf




CORRELACIÓN ENTRE EL “DESAMORADO LENIO”,
LIÑÁN DE RIAZA Y
EL “DESAMORADO DON QUIJOTE” DE AVELLANEDA

Antonio Sánchez Portero
Institución “Fernando el Católico” del CSIC (Zaragoza)


RESUMEN:
A estas alturas del guión, tras sus recientes investigaciones, es admitido por muchos cervantistas y avellanedistas que es entabló una pugna particular entre estos dos singulares escritores, que se conocían y fueron amigos, y que luego se odiaron profundamente. En el transcurso de esta disputa literaria que mantuvieron, se originaron –conscientemente o no–, diversas circunstancias o episodios que, analizados pertinentemente, ayudan a desvelar la identidad oculta de uno de los contendientes. En este artículo, se analiza uno de estos casos, determinado por un cúmulo de “casualidades” trascendentes, en las que nadie ha reparado.

ABSTRACT:
At this point the script, after recent investigations, supported by many cervantistas and avellanedistas who filed a singular struggle between these two remarkable writers, who knew and were friends, and then hated each other deeply. During this literary quarrel that followed, consciously or originated -not, various circumstances or events that analyzed issues, to help uncover the hidden identity of one of the contenders. In this article, we analyze one such case, determined by an accumulation of "coincidences" transcendent, which
nobody has noticed.
_____________________________________

Desde hace ya unos cuantos años, me he dedicado a descubrir la identidad del Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, un seudónimo que encubre al verdadero autor del conocido como Quijote apócrifo. Sostengo la hipótesis de que este incógnito escritor, tan buscado y nunca hallado, es el aragonés Pedro Liñán de Riaza. El que la crítica lo considere toledano y el que falleciera en 1607, algunos años antes de que se publicase impreso en 1614 el falso” Quijote –prefiero denominarlo “el otro” Quijote– se alzan como dos insalvables impedimentos para que, aunque existen testimonios favorables, se le reconozca esta paternidad.
Según algunos investigadores, entre los que, huelga decir, me encuentro, antes de ser enterrado Liñán en Madrid, había escrito la novela que tantos quebraderos de cabeza y amarguras le causó a quien antes había sido su amigo, al genial novelista Cervantes. A favor de mi hipótesis, tengo publicados un buen número de artículos en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Lemir, Tonos Digital, Anales Cervantinos y Etiópicas. En ellos aporto indicios, pruebas, testimonios y conclusiones que, en conjunto, a falta de una declaración específica –que no puede existir–, resuelven la mayoría de incógnitas que envuelven este enigma, y demuestran apodícticamente que Liñán es Avellaneda. Podría recoger aquí los títulos de estos artículos, que ilustran sobre su contenido; pero pienso que si alguien tiene interés por ellos, puede encontrarlos fácilmente en Internet. Y tras este preámbulo, voy a aportar una nueva prueba que considero, al menos, interesante.
Espigando de aquí y de allá, he encontrado una vía de investigación que puede dar un buen fruto. Me abrió los ojos Menéndez Pelayo cuando me encontré con su afirmación: “Sospecho que Lenio es el poeta aragonés Pedro Liñán de Riaza, tan encomiado por Lope de Vega; tal vez algún día pueda demostrarlo.[1]” El siguiente paso fue encontrar a Lenio. Resulta que es un pastor significativo de La Galatea[2]; y rastreando sus pasos, se conoce una peculiaridad suya singular:

… y al quebrar de la cuesta, donde aquella mañana había topado a Elicio, oyeron todos la zampoña del desamorado Lenio, el cual era un pastor en cuyo pecho jamás el amor pudo hacer morada, y desto vivirá él tan alegre y satisfecho, que en cualquiera conversación y junta de pastores que se hallaba, no era otro su intento sino decir mal del amor y de los enamorados, y todos sus cantares a este fin se encaminaban; y por esta tan extraña condición que tenía, era de los pastores de todas aquellas comarcas conocido, y de unos aborrecido, y de otros estimados. Galatea y los que allí venían se paraban a escuchar, por ver si Lenio, como de costumbre, alguna cosa cantaba. Y luego vieron que, dando su zampoña a otro compañero suyo, al son della comenzó a cantar… (Primero libro, p. 26).

Hasta en cincuenta y cinco ocasiones aparece su nombre en la novela; dos más, después del adjetivo “discreto”, otra, detrás de “opinión desamorada”; cinco encabezando poemas; y dieciséis veces siguiendo al calificativo “desamorado”. Son muy interesantes las opiniones de Lenio defendiendo su postura, así como las réplicas de Elicio, Tirso y otros, que se suceden, con poemas intercalados. Al final, se enamora Lenio de Gelasia, y aparece la expresión de “enamorado Lenio”; pero ésta pastora lo rechaza, haciéndole sufrir.
En el “Prólogo a los curiosos lectores”, confiesa Cervantes “haber mezclado razones de filosofía entre algunas amorosas…”, y advierte que “muchos de los disfrazados pastores della lo eran de hábito.” Expresiones que dan pie para creer que muchos de los pastores personajes pueden ser réplicas de personas reales, y que al tratar en la novela de cuestiones “filosóficas” y “amorosas” que les incumben, cabe pensar que actuó quizá con carta blanca para sacar a relucir en clave sus asuntos “divinos” y “humanos”, en contra de su deseo. De hecho, Galatea es Catalina; Elicio, el propio Cervantes; y según transcribo del Diccionario Enciclopédico Hispano (1887–1910) de Internet:

Cervantes quiso además retratar de intento a determinados personajes. Bajo los nombres del ya difunto Meliso, quiso celebrar a don Diego Hurtado de Mendoza; bajo el de Tirsi, Damon, Siralvo Lauso, Larsileo y Artidoro, puso en escena a sus amigos Francisco de Figueroa, Pedro Laínez, Luis Gálvez de Montalvo, Luis Barahona de Soto, Alonso de Ercilla y Micer Rey de Artieda, y si el tiempo no hubiera consumido las memorias que se hallaban frescas entonces aún se descifrarían otras semblanzas y se interpretarían alusiones. [Este texto puede provenir de Aribau.]

Fresca debía quedar algo de memoria cuando Menéndez Pelayo intuyó que Lenio era Liñán. Quizás llegó a este presentimiento porque el nombre adjudicado al pastor es un anagrama imperfecto del apellido. Cabe, también, por el mensaje respecto al amor que transmitían sus poemas, que conocería a través de su investigación o de la de algunos colegas, y por las “Rimas”[3] que publicó la Diputación de Zaragoza en 1876.
No sé si don Marcelino llegaría a materializar su sospecha con pruebas; pero es indudable que la poesía de Liñán está impregnada de una profunda animadversión al Amor. Siendo un lego en la materia, lo barruntaba; pero he llegado al convencimiento a través de su recopilador y biógrafo Julián F. Randolph[4], de cuyo libro transcribo unos párrafos que hacen al caso:

4. El poeta satírico–burlesco. Especialmente en un pequeño grupo de sonetos, Liñán se burla y critica fórmulas que han dejado de tener valor positivo. Al llamar diosa de los necios a la fortuna nos está preparando para que rechacemos el concepto del amor heroico personificado en Leandro…
El amor es lo que llega con más frecuencia al primer plano como blanco de la sátira. A veces merece censurarse porque también ha decaído… […] Se condena, si [en sus versos], el materialismo en cuestiones amorosas… […] …el amor tiene otros lados negativos ante los cuales reacciona nuestro poeta. En la extensa Sátira contra el Amor, nos lo presenta como perturbador del sosiego sin par, pues introduce complicaciones en la vida de todo el mundo. El poeta rechaza la constancia amorosa porque quiere vivir tan dócil y livianamente como las mujeres. Y al enfrentarse con el terrible hecho de que otros quieran casarle, nos dice que no aguantaría la tranquilidad de la vida maridada porque además de no tolerar sus antojos, una misma mujer día tras día le aburriría en extremo. Prefiere quedar soltero porque sólo así puede gozar de la más absoluta libertad.
Aun teniendo en cuenta la actitud de nuestro lírico en su propia sátira, choca la ausencia de uno de los asuntos más cultivados por los sonetistas de todas las épocas. Nos referimos a la falta absoluta del amor como sentimiento ennoblecedor, como un valor positivo en abstracto o en la persona de una mujer bella. Tal laguna parece inconcebible, y nos hace lamentar que Liñán no se encargara de la publicación de sus obras. Lejos de afirmar que no escribió sonetos amorosos, sólo podemos esperar que los investigadores más afortunados encuentren algunos de los infinitos manuscritos que todavía están por ver y catalogar.
(“Introducción biográfica y crítica”, pp. 27–29).

En el caso de que Menéndez Pelayo hubiese llegado “a demostrar” que Lenio es Liñán de Riaza, una duda superpuesta se me cruza en el camino: ¿Ha llegado a conocimiento de Randolph este hipotético descubrimiento? Estimo que más bien no; y que hasta ni siquiera conocería la sospecha de don Marcelino, oculta en un océano de letra impresa. Por tanto, no estaría condicionado por esta premisa al desarrollar su investigación sobre el concepto del amor que manifiesta Liñán en sus versos, que no es otro que su reiterada oposición al Amor, o sea, que Liñán demuestra ser un “poeta desamorado”. Por otra parte, vemos que según don Marcelino, el “desamorado Lenio” es Liñán. De donde se llega a la conclusión, efectivamente, de que Lenio es el desamorado Liñán de Riaza.
Este razonamiento encaja perfectamente con mi creencia de que Avellaneda es Liñán de Riaza, quien, al redactar su Quijote apócrifo, utilizando la misma receta que Cervantes, le devolvió la pelota, dejándole un recado para que no tuviese ninguna duda de quien le buscaba las cosquillas.
Es muy posible que el propio don Miguel, quien adjetiva a su don Quijote en dos ocasiones como “enamorado caballero” para pasar a denominarlo “Caballero de la Triste Figura” (“como pienso llamarme desde hoy en adelante”), le inspirase a Avellaneda para llamar al suyo en una ocasión “Desamorado Caballero” y en cincuenta y una “Caballero Desamorado”[5],

—Amigo, decidnos cómo se llama aquel caballero, para que sepamos su nombre.
—Señores, para decirles la verdad –dijo Sancho– él se llama don Quijote de la Mancha, y agora un año se llamaba el de la Triste Figura, cuando hizo penitencia en la Sierra Morena como ya deben de saber por acá; y ahora se llama el Caballero Desamorado.
(Capítulo VIII).

para, al final, cuando están a punto de llevar al manicomio de Toledo a don Quijote, éste expone que:

…siendo conocido en el mundo por Caballero Desamorado, no será razón que ande en amores hasta pasar primero algunas docenas de años. Pues podría suceder… …que me encontrase y aun enamorase de alguna infanta… Y si esto sucede, cual confío, desde aquel día me tengo que llamar el caballero del Amor…
(Capítulo XXXVI).

La historia se repite, el paralelismo es evidente, las imitaciones recíprocas se suceden. El “desamorado Lenio” se convierte en “enamorado” al final de la historia pastoril; el “Caballero Desamorado” de Avellaneda, se convierte al final del apócrifo en “Caballero del Amor”, y como hilo conductor o nexo tenemos al “desamorado” poeta Liñán. Y como nebulosa envolvente un tejemaneje de réplicas, contrarréplicas, alusiones, insinuaciones y de un constante pique entre Cervantes y Avellaneda, intentando demostrar que el más ingenioso y listo soy yo. Que cada cual saque sus conclusiones.


Calatayud, 16 de diciembre de 2009.

[1].─ “Obras inéditas de Cervantes”, artículo publicado bajo este título en la revista estudiantil Miscelánea Científica y Literaria, de Barcelona, en septiembre de 1874. Menéndez Pelayo lo compuso en Madrid, en vísperas de un examen en la primavera de este año. Este trabajo está incluido en “Estudios de Crítica Literaria” y se encuentra en Internet.
[2].─ Versión anónima en Adobe pdf en Internet.
[3].─ Liñán de Riaza, Pedro: Rimas, Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial, 1876. Biblioteca de Escritores Aragoneses, publicada por la Excelentísima. Diputación Provincial.
[4].─ Poesías. Pedro Liñán de Riaza, Zaragoza, Talleres Gráficos INO – Reproducciones, S. A., 1982. Edición, introducción y notas de Julián F. Randolph. Biblioteca Universitaria. Puvil libros.

[5].─ Gómez Canseco, en la nota nº11 del capítulo IV de su edición del QA, sugiere que “El sobrenombre que adopta don Quijote puede proceder del título con que la princesa Florisbella se dirige a Belflorán, hijo de Belianís, en el capítulo XXXVII del libro IV del don Belianís de Grecia de Jerónimo Fernández: ‘Caballero sin Amor’ […] La misma princesa, poco más adelante, pone en duda la condición esquiva del caballero: ‘¿A este dijo Florisbella, me llamáis desamorado?’ ...”

ACERCA DE LA DATACIÓN DE LAS NOVELAS EJEMPLARES

ACERCA DE LA DATACIÓN DE LAS NOVELAS EJEMPLARES DE
CERVANTES Y SU RELACIÓN CON EL QUIJOTE DE AVELLANEDA

Antonio Sánchez Portero
Centro de Estudios Bilbilitanos de la Institución “Fernando el Católico”
del CESIC, Zaragoza


RESUMEN: Todas las cuestiones relacionadas con Cervantes y con sus obras son importantes, y aunque sólo fuese por este motivo, lo es la relativa a la cronología, en este caso, de las Novelas ejemplares. Alguna de ellas –según Montero Reguera– “se redactó durante los años vallisoletanos, o todas, según la sugerente hipótesis de Francisco Rico, que las hace contemporáneas de la primera parte del Quijote.” Mi discrepancia de esta opinión, motiva este artículo, para concretar o puntualizar algunos aspectos; pero sin ánimo de enmendar la plana a este preclaro y eminente maestro.

ABSTRACT: All matters related to Cervantes and his works are important, and if only for this reason it is on the chronology, in this case, the Exemplary Novels. Some of them -By Montero Reguera, "was written during the years Valladolid, or all, according to the suggestive hypothesis Francisco Rico, which makes contemporary of the first part of Don Quixote." I disagree on this view, motivates this article to specify or point out some aspects, but without courage to amend the map to this illustrious and eminent master.

RÉSUMÉ: Toutes les questions liées à Cervantes et ses œuvres sont important, et rien que pour cette raison, il est sur le chronologie, dans ce cas, les romans exemplaires. Certains d'entre eux -Par Montero Reguera, "a été écrit pendant les années Valladolid, ou toutes, conformément à la suggestive hypothèse Francisco Rico dont rend contemporaine de la première partie de Don Quichotte. "Je suis en désaccord sur ce point de vue, qui motive cet article de préciser ou de rappeler certains aspects, mais de modifier la non-plat de cet illustre et éminent des enseignants.

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En el curso de mi investigación sobre los Quijotes de Cervantes y de Avellaneda, al verificar unas comprobaciones sobre las Novelas ejemplares, siguiendo una sugerencia del profesor José Montero Reguera, quien me facilitó su artículo “Aquí se imprimen libros” y el del don Francisco Rico “Sobre la cronología de las novelas de Cervantes”, como no comparto alguno de los puntos expuestos en este artículo por el eminente investigador, voy a exponer mi opinión, comentando el último párrafo de su artículo. Dice el señor Rico:

La fórmula, cuyas dos variantes hemos rastreado es un elemento microscópico y de mínima categoría. [Lo que, a mi entender, se contradice con lo que sigue:] De ahí, a la vez, la fiabilidad que merece como indicio cronológico y la duda que puede suscitar: ¿basta un rasgo de tal índole para ordenar entre sí y fechar aproximadamente [¿cuánta aproximación?] las novelas del mayor escritor español? Por mi parte, no sé ver argumentos en contra; y opino que cualquier intento de explicar los rumbos y las vicisitudes de la narrativa cervantina tendrá que echar cuentas de los porcentajes “A lo cual” y “A lo que”.

Pues un servidor sí tiene argumentos en contra, y voy a exponerlos transcribiendo ahora el comienzo del artículo del señor Rico:

Entre la multitud de afirmaciones precarias, peregrinas a todas luces destinadas del Arte de la lengua española castellana, es especialmente digna de memoria y execración la que pretende reconocer una diferencia entre lo que y lo cual:

“Lo cual rrefiere xunta y colectivamente muchas cosas dichas en larga rrelación i discurso…, sin excluir nada de lo pasado. Lo que rrefiere con espezialidad i limitadamente lo que sighe después del… […] Después que a dicho Don Quixote muchas cosas à su escudero, será buen Castellano por ventura decir lo que respondió Sancho? No lo será por zierto, ni bien dicho, sino à lo cual respondió Sancho: porque en el sentido de aquel autor rrefiere todo lo dicho, i no parte; i en puro i buen Castellano à lo que refiere parte con diferente sentido, i es menester declararla tras el entresacado desta manera: à lo que rrespondió Sancho tuvolo por dudoso, à lo que no respondió creió ser ansi. I no hablando desta manera no es Castellano, i será afetazion i vizio, ò frase traida de otras provincias…”

El último párrafo es de Arte de la lengua española castellana, datado en 1625. Entre las afirmaciones precarias o peregrinas pueden encontrarse las referentes “a lo cual” y “a lo que”; pero en aquella época parece ser que el uso “equivocado” de estos términos estaba en vigor, usándose uno u otro para expresar o matizar distintos conceptos. Es lo que a mi entender se colige de la controversia que mantienen don Quijote y Sancho en el párrafo anterior, del que parece desprenderse que dichas expresiones se pueden usar para decir cosas distintas. Y, en buena lógica, el empleo de una fórmula u otra no puede estar regido matemáticamente, sino que queda al albur de una situación anímica o mental del escritor que a su vez puede estar condicionada por un cúmulo de diversas circunstancias.
Expuesta esta premisa, voy a comentar algunos párrafos del artículo del señor Rico:

La Galatea no acaba de integrarse en nuestro esquema dejándose medir por la misma vara que el Quijote y el Persiles. Pues si la fórmula dista de ser tan asidua como en éstos es porque en la pastoral los coloquios son a todas luces menos abundantes, menos ágiles, y se prestan a mayores vuelos retóricos.

Estas palabras, en cierto modo, dan validez a lo expresado en la premisa.

…, porque tal vez –continúa Rico– no todas las Novelas fueron escritas en el mismo periodo: del mismo modo que Rinconete y Cortadillo, mencionado en el Ingenioso hidalgo, ha de ser sustancialmente anterior a 1605, puede haber otras novelas en el mismo caso, mientras varias suele darse por sentado que son posteriores (5).

Eso de “darse por sentado” no puede convencer a nadie y la nota (5) no satisface la curiosidad de saber de qué novelas se trata. Respecto a Rinconete y Cortadillo no puede ser “sustancialmente anterior” sólo por que la cita en el Primer Quijote. Cierto que la cita, pero esto no quiere decir que estuviera redactada y completa como la conocemos, porque no puede descartarse absolutamente que fuese un boceto, un borrador (y usarlo como lo hace) y posteriormente retocarla y concluirla. Pero parece que este no es el caso, pues hay que tener en cuenta que se incluye esta novela en la Miscelánea compilada por Francisco Porras de la Cámara, que remite a los tiempos de Cervantes anterior al Quijote (como me apunta acertadamente Montero Reguera). Esta versión de Rinconete suele incluirse en las ediciones actuales, por ejemplo en la de Avalle-Arce en Castalia, o mejor aún en la de García López en Crítica.
Lo que puede darse por seguro es que todas las novelas no se escribieron en el mismo momento. Primero una, luego otra, más tarde la siguiente… Una duraría un tiempo; otra, otro tiempo; y la siguiente, uno nuevo. Como no se sabe qué tiempo le duró escribir cada una, ni el tiempo que transcurrió entre la redacción de una u otra, nos encontramos con un periodo que a priori es imposible determinar. ¿Dos años, cinco, siete, más…?
Sin embargo, algo más sencillo como precisar la fecha de publicación del primer Quijote en el que se encuadra la hipotética datación de las Novelas, no se hace aquí. ¿Por qué? Por lo visto, la fecha de 1605 pesa como una losa y es inamovible. Pero para los cervantistas bien informados –entre los que precisamente se encuentra el señor Rico, quien además ha defendido esta fecha–, no hay ninguna duda. Oliver Asín en “El Quijote de 1604” dice que estaba publicado en este año, si no antes; y si tenemos en cuenta un plazo prudencial entre la culminación de la obra y el proceso de su publicación, podría haber estado listo entre 1602 o 1603 el primer Quijote. A este respecto, Herrero Miguel (“Vida y obra de Cervantes”), manifiesta:

El 24 de enero de 1603 [Cervantes] recibe una orden y marcha a Valladolid para asistir a la depuración definitiva y favorable de las irregularidades que motivaron su proceso. Al trasladarse a la precitada ciudad trae consigo –Ernest Merimée, Fitzmaurice Kelly…– el manuscrito de la primera parte del Quijote. Esta obra, que nadie sabe cuándo, ni dónde se escribió –todo lo dicho acerca del particular ha sido cimentado en conjeturas y leyendas–, imprímese en Madrid (1604) y es lanzada al mundo literario en 1605.

Por otra parte, hace más de cincuenta años, Astrana Marín (“Índice de vida ejemplar…”) dató las Novelas ejemplares con cierta precisión, y cuando no está seguro, lo indica con un signo de interrogación. No he leído los argumentos que aduce este destacado cervantista; pero no dudo de que su contrastada profesionalidad y buen hacer, por lo que, en términos generales, estimo que puede darse por bueno su Índice, del que transcribo las referencias a las Novelas ejemplares siguiendo el orden en que aparecen en el mismo:
El amante liberal, 1578–1579 (¿); Las dos doncellas y La señora Cornelia, 1596; Rinconete y Cortadillo, otoño de 1598; El celoso extremeño; 1598–1599 (¿); La fuerza de la sangre, finales de 1600; El casamiento engañoso y el Coloquio de los perros, marzo–abril de 1605. No cita Astrana Marín La española inglesa. El licenciado vidriera, fines de otoño de 1605; La ilustre fregona, principio de 1606; y La gitanilla, 1606–1607 (¿).
Contemplando esta relación, cabe preguntarse ¿qué necesidad había de precisar sin ninguna precisión, y sin la adecuada referencia, la datación de las Novelas? Máxime cuando, aunque la datación de Rico no se oponga sustancialmente a la de Astrana, la de éste es más lógica y completa. Aunque para José Montero Reguera, quien debe de ser de los pocos que se ha leído los siete tomos del Índice y, por tanto, sabe de qué habla, “Astrana acumula datos muy valiosos, pero deja mucho que desear en sus métodos de análisis y valoraciones.” No obstante, confío en la “contrastada profesionalidad del señor Astrana”, que admito para que mi apreciación sobre las fechas que propone no vaya muy desencaminada. Y aunque nada tengo que objetar de las fórmulas “a lo que” y “a lo cual”, si acaso porque es un arma que se vuelve contra la hipótesis sustentada por el señor Rico cuando expone:

Grosso y no tan grosso modo, parece discreto pensar, pues, que la mayor parte del primer Quijote [¿no todo?] y de las Novelas ejemplares son sustancialmente contemporáneas, y que la minoría restante [¿qué minoría?] y ciertos segmentos del Ingenioso Hidalgo se escribieron en fechas posteriores. ¿Tememos estar hilando demasiado delgado y preferimos una solución que se haga cargo cabal de La Galatea? Entonces podemos concluir que la totalidad del primer Quijote y la totalidad de las Novelas ejemplares pertenecen a un mismo estadio en la producción de Cervantes. [¡Muy buena esta reflexión, para que cuadren las cuentas, y con el “grueso” que sigue, se cura en salud!] Lo que de ninguna manera cabe admitir es que el grueso de las Novelas ejemplares se sitúe entre el primero y el segundo Quijote: una regresión desde A lo que hasta A lo cual e inmediatamente otra en sentido opuesto serían del todo ininteligibles.

Esta cantilena me suena de habérsela oído a Astrana Marín, dicha con mayor rotundidad y precisión. Pero, además, si el señor Rico se hubiese tomado la molestia de aplicar los porcentajes de sus “A lo que” y “A lo cual” a las Novelas individualmente, se hubiese encontrado con que en El casamiento engañoso y el Coloquio de los perros contienen 1 “A lo cual” frente a 4 “A lo que”, lo que según su hipótesis acercaría su fecha de creación al segundo Quijote y al Persiles, lo que no creo a tenor de lo sabido que sea factible.
Quizás intuyó que no le salían las cuentas, porque el señor Rico, intenta un reajuste, según un nuevo esquema que plantea. Añade:

…cabe pensar que cuando menos esas nuevas piezas fueron compuestas antes del Quijote de 1605,… [Anteriormente, admite que “Cuándo y cómo fue redactándose la primera parte del Quijote es asunto peliagudo.” Sin embargo –continúa:] El trasfondo del Hospital de Resurrección, la Puerta del Campo o El Espolón y la inaceptable suposición de que hasta instalarse en el arrimo de la Corte Cervantes no había vuelto a Pincia desde la niñez [,] arrastran a poner mecánicamente entre 1603 y 1606 el díptico formado por El casamiento engañoso y el Coloquio de los perros.

Sobre la datación de los libros, a falta de datos fehacientes, concretos y contrastados por su autor respecto a su creación, y viviendo éste, me aventuro a exponer que debe prevalecer la fecha de su publicación. Porque podría darse el caso de que una novela, por ejemplo, redactada en principio en 1600, sea retocada, ampliada y modificada sustancialmente antes de publicarse en 1610. ¿Cuál es la fecha válida de creación? Indudablemente, por los muchos matices que caben y diversidad y variedad de circunstancias, a priori, debe inclinarse la balanza por la de 1610.
Puedo ilustrar esta creencia con un ejemplo muy próximo a mí. En 1961 me publicaron la novela corta Los solteros, una radiografía de una ciudad–pueblo en aquella época todavía del botijo, el burro y la locomotora de vapor. Antes y después de esta fecha, me ejercitaba escribiendo muchos cuentos, intentando captar la realidad que me rodeaba. Pasaron los años. Un investigador, Javier Barreiro, estaba realizando un estudio sobre la colección “Alcorce” en la que apareció la novela, y pude satisfacer su petición de enviarle una. Me comentó que “le había sorprendido mi novela, que no sospechaba tuviese tan buena factura literaria, al ser obra primeriza; pero me recalcó, que lo más valioso de ella es que recoge facetas, aspectos, costumbres, lugares, de una ciudad tipo como puede ser Calatayud, que han desaparecido, que son ya historia y llevan camino de perderse en el olvido.”
Esta opinión me impulsó a poner encima de la mesa, cuarenta años después, todo el rimero de cuentos que guardaba, algunos mecanografiados y otros manuscritos; a seleccionar algunos y a publicarlos bajo el título de Cuentos nostálgicos desde Calatayud (2003). En el Prólogo –podía haberlo callado– digo: “Debo aclarar que, conservando todos íntegramente su argumento, los he sometido a una revisión estilística [lo que equivale a decir que si tenía algún tic lo he suprimido o modificado] y los he completado y ampliado con el propósito de mejor recoger –y así conservar– una visión de los aspectos urbanos de Calatayud de mediados del siglo XX, así como costumbres y sucesos curiosos y formas de vida de esta ciudad, de Zaragoza y de alguna otra. Algún relato pasó de tener cuatro páginas a once. En estas circunstancias se ve a las claras que no puede funcionar la aplicación de varemos lingüísticos comparativos. Que no sirve de nada esta técnica, por otro lado sumamente aleatoria. ¿Sometió Cervantes sus novelas a retoques y pulimentos de este cariz?, y si es así ¿en qué medida?
Puede darse también el caso de que un autor redacta una novela y fallece. Esta novela se queda en un cajón de momento y, más tarde, por diversas circunstancias y conveniencias, circula en manuscrito. Posteriormente, alguien se decide a publicarla y puede que agregue algunos datos para despistar y actualizarla, y hasta que modifique o añada el prólogo. Muy bien puede ser esta la peripecia del Quijote apócrifo.
Me he interesado especialmente por la datación del Coloquio porque mantengo la hipótesis de que en esta novela Cervantes manifiesta en clave conocer la existencia del apócrifo y el nombre de su autor, hipótesis que desarrollo en varios artículos cuyos títulos figuran al final. Si se hubiese publicado antes de la impresión del primer Quijote, esta posibilidad sería imposible. Teniendo en cuenta que el apócrifo pudo estar redactado antes de 1607, fecha en que falleció Liñán, quien creo es su autor, es importante para saber cuando se compuso el Coloquio, pero no definitivo. De momento, el señor Rico admite que pudo ser en 1606. Si fuese poco más tarde, cabe que Cervantes hubiese recogido ya sus indicios entonces; pero no lo creo así por la naturaleza de los pistas incorporadas, que parece se refieren al círculo de Lope de Vega después de que pusieran en circulación el manuscrito del apócrifo. No obstante, Cervantes tuvo sobrado tiempo para añadir a su novela cuanto le interesase desde su redacción hasta que se publicó en 1613 con el resto de las Ejemplares.
Hay otro asunto peliagudo que me gustaría abordar para concluir:
En este complejo mundo de los dos Quijotes, algo no termina de cuadrar; y algunos de los especialistas más destacados y significativos siguen sin afrontar y, por consiguiente, sin asumir ni dar réplica al reto que plantean los nuevos descubrimientos que se vienen realizando sobre la correlación e interdependencia entre el Quijote de Cervantes y el Quijote de Avellaneda. Por ejemplo, para algunos investigadores, entre los que se encuentran Montero Reguera y Martín Jiménez, es enorme la influencia de Avellaneda en la Segunda Parte del Quijote de Cervantes. También para Carlos Romero Muñoz, quien desde 1992 ha publicado en torno a una docena de trabajos muy sólidos sobre esta cuestión. Y acentúa este silencio, este vacío, que se mantiene sobre este capítulo trascendental, el que está relacionado directamente con una de las obras más sobresalientes y con el enigma, quizá más intrincado, de la literatura universal.
No se trata de quitar ningún mérito a Cervantes. Al contrario. Es un genio, un maestro, un innovador, un modelo. Pero ya va siendo hora de que se tengan en cuenta algunos aspectos muy importantes que han influido decisivamente en que su inmortal obra sea así y no hubiese podido ser de otra manera. Y aquí entra de lleno “el fingido y tordesillesco autor aragonés” –según lo define el propio don Miguel–, quien de un repugnante falsificador, un pésimo o mediocre escritor que revuelve el estómago con sus obscenidades y escatologías (Menéndez Pelayo), una persona indeseable, digna de general reprobación, como lo han conceptuado muchos críticos; posteriormente, otros lo han ido reconvirtiendo hasta considerarlo un estupendo escritor, autor de una importante obra, cuyo mayor mérito sea el haber influido en la de Cervantes; y, fundamentalmente, lo más destacado, ya que si no hubiese aparecido en escena Avellaneda con su “apócrifo”, casi con absoluta seguridad (algo admitido hoy sin reservas), no podríamos disfrutar de esa Segunda parte de la incomparable obra del Príncipe de los Ingenios, muy superior a la Primera.
Por tanto, el axioma inamovible de que el Quijote, era una obra original, de una integridad absoluta, sin ninguna ingerencia o limitación ajena a la capacidad fabuladora y a la independencia imaginativa de Cervantes, hemos visto que no es así, que esa labor creativa está supeditada a Avellaneda y condicionada por su apócrifo.
No se debe mirar a otro lado cuando se trata del “espinoso” asunto de que Cervantes imitó a Avellaneda, como lo hizo. Entonces, la imitación era un práctica, si no habitual, sí bastante frecuente, y hay muchos ejemplos. Debe entenderse, por tanto, que hablamos de una imitación creativa, alejada totalmente del mero plagio. Esta imitación “positiva” fue aceptada y bien vista. Pero con el advenimiento del Romanticismo fue cambiando lenta y paulatinamente este concepto, pasando a estimarse como un valor fundamental en las creaciones literarias la originalidad y la independencia y rechazándose factores ajenos a la imaginación y a la personalidad del autor. Hablando en plata, que la copia o imitación pasaron a ser elementos perjudiciales para la valoración de una obra. Esta circunstancia hubiese influido negativamente en la evaluación del Quijote de Cervantes. Pero, como acertadamente señala Alfonso Martín Jiménez (Cervantes y Pasamonte…), y estoy completamente de acuerdo con él:

… Por lo que toca a la literatura española, Cervantes fue elegido y, especialmente su Quijote, obra que pasó a valorarse como la máxima expresión española de la genialidad literaria. Y como el entendimiento romántico de la genialidad resultaba incompatible con el concepto clásico de la imitación, los historiadores de la literatura hubieron de ignorar las indicaciones sobre la imitación cervantina realizada por los editores de la obra de Avellaneda en la primera mitad del siglo XVIII, por lo que la segunda parte del Quijote de Cervantes ha venido entendiéndose como una creación autónoma desde los orígenes de la Historia de la Literatura.

Pero como esto, evidentemente, no es así, se da la espalda a la realidad y se mantiene un inmovilismo tácitamente aceptado por la cúpula. Así, por ejemplo, sin ir más lejos, en una ocasión harto significativa, como lo es la edición de Don Quijote de la Mancha por la Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, con motivo del IV Centenario, no se ha tenido en cuenta esta circunstancia tan trascendente. Y observamos que en este libro, magnífico de verdad –edición y notas de Francisco Rico– en el que se incluyen muy interesantes artículos de nueve de los más prestigiosos escritores actuales, algunos destacados cervantistas, entre todos ellos, sólo citan a Avellaneda Margit Frenk, refiriéndose a la escena cuando oyó decir don Quijote:

Por vida de vuestra merced, señor don Jerónimo, que en tanto que traen la cena leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.
[Se refiere, claro, al libro de Avellaneda. Don Quijote muy inquieto,]
oyó que el tal don Jerónimo referido respondió:
—¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates, si el que hubiere leído la primera parte de la historia de Don Quijote de la Mancha no es posible que pueda traer gusto esta segunda?
—Con todo esto –dijo don Juan–, será bien leerla…

Y también Martín de Riquer cita a Avellaneda de la siguiente manera:

De la [redacción] de la segunda parte tenemos cuando menos la seguridad de que muchos de sus capítulos fueron escritos después de la aparición del Quijote de Avellaneda en 1614. [Y refiriéndose a que]: En el Quijote hallan cabida y conviven personajes de las más diversas procedencias, –añade–: Pero en este último aspecto Cervantes llega aún más lejos: de su peor enemigo, el Avellaneda del falso Quijote, toma el personaje de don Álvaro Tarfe y lo hace intervenir en la acción de la novela.

Y con estas citas circunstanciales, que no entran en el fondo de la cuestión, se acaba la historia. Escaso, nulo bagaje en verdad. Sería conveniente dejarse de tiquismiquis y de prejuicios y afrontar la cuestión a fondo, reivindicando a Avellaneda y reconociendo el mérito y el gran peso específico que tiene en este negocio. Estimo que el concepto que se tiene del Quijote, como obra literaria, considerando las excepcionales circunstancias que han concurrido en su elaboración, debería adecuarse a la realidad, sin menoscabar, sin que disminuya un ápice, por supuesto, la categoría fuera de serie y maestría de Cervantes.
Hasta ahora se contempla un Quijote sublime, cuya primera y segunda parte –con un intervalo de diez años– fueron compuestas por Cervantes; y allá lejos, medio escondido, otro Quijote apócrifo, espúreo, falso, y hasta hace bien poco incordiador, repulsivo y carente de mérito. Esto no es justo ni cierto, porque sin la obra de Avellaneda, no estaría completa ni mejorada la de Cervantes, ni podría entenderse en toda su magnitud.
En puridad, visto lo visto, debería hablarse de un Quijote indivisible e inseparable, único y genial, que consta de tres partes: dos compuestas por Cervantes, y una intermedia por Avellaneda; todas ellas interrelacionadas y conexas, donde alcanza, sin duda, mayor brillantez la prosa de Cervantes, pero no desmerece la de su “rival” y, acaso, aunque enemigo, admirador.
Sería conveniente que se abriesen nuevas perspectivas para analizar, criticar y reconsiderar la inmortal obra de Cervantes; lo que a buen seguro impulsaría a que se replanteasen los miles y miles de opiniones, comentarios y estudios que se han realizado a lo largo de al menos tres siglos, basados en que la segunda parte cervantina era autónoma y original, lo que se ha descubierto y comprobado que no es así. Estamos hablando de una obra cumbre de la literatura universal, y merece la pena el máximo esfuerzo en este sentido aclarador y reivindicativo.

Calatayud, 29 de marzo de 2010.













BIBLIOGRAFÍA

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MONTERO REGUERA, José. (2005) “Aquí se imprimen libros”, Quijote II, 62: Impresiones, editores y lectores en torno al Quijote. Congrés: Cervantes, el Quixot i Barcelona, Abril.
ASTRANA MARÍN, Luis. (1951–1958): Índice de vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra con cronología de la vida de Cervantes. Madrid. Anales Cervantinos, 7 volúmenes.
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HERRERO MIGUEL, Antonio, (¿1930?): El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Barcelona, Ramón Sopena, Editor. “Vida y obra de Cervantes”, preliminar.

SÁNCHEZ PORTERO, Antonio:
“Tres afirmaciones capitales que deberían promover la reconsideración de algunos análisis y opiniones sobre el Quijote”.
*Cervantes conocía el Quijote de Avellaneda antes de comenzar a escribir la segunda parte del suyo. *Cervantes sabía quien era Avellaneda. *Y, así como Avellaneda imitó y se inspiró en Cervantes, éste se inspiró e imitó a Avellaneda.
(2007). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=25581

“El autor del Quijote de Avellaneda es Pedro Liñán de Riaza, poeta de Calatayud”. (2006). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
<http://www.cervantes virtual.com/FichaObra.html?Ref=23433>

“Lope de Vega y Fray Luis de Aliaga: Personajes clave en la publicación del Quijote de avellaneda y en la elección del seudónimo que encubre a Pedro Liñán de Riaza” (2007). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=26353